TELEVISION › “EL HOMBRE QUE VOLVIO DE LA MUERTE”
› Por Emanuel Respighi
En el mundo audiovisual existe desde hace tiempo una máxima que afirma que sólo se deben hacer remakes de aquellas obras que conllevan en su génesis buenas ideas pero cuya realización no estuvo a la altura. Es decir: a la hora de hacer una nueva versión de una antigua película o programa, es preferible realizarlo sobre una obra a la que se le puede aportar algo nuevo en pos de su mejoría. La decisión de Canal 13 de hacer, 38 años después de su emisión original, una remake de la mítica miniserie El hombre que volvió de la muerte, se animó a tomar el riesgo de ir contra ese axioma. Pero por lo visto en el capítulo presentación de la versión ’07 del clásico de la TV argentina, aun con lo poco que este cronista pudo ver del original en alguna cinta perdida, una sensación queda flotando: resulta imposible mejorar aquello que es reconocido por crítica y audiencia como una “obra de arte”. Mucho menos si a las virtudes del original se le suma la carga mítica que el ciclo escrito por Abel Santa Cruz y protagonizado por Narciso Ibáñez Menta acumuló con el paso del tiempo.
Reconociéndole a la miniserie producida por Pol-Ka la inquietud de inyectar nuevos registros narrativos a una TV cada vez más tendiente a lo malo conocido y exitoso, El hombre... le devuelve al género de terror un lugar perdido. Y la versión de los hermanos Marcelo y Walter Slavich (El garante, Epitafios) no se quedó en medias tintas: sin caer en el terror hitchcockiano, ni el thriller psicológico, líneas del género más cercanas al hábito televisivo, la presentación del ciclo no escatimó recursos a la hora de transitar el terror fantástico. Con actuaciones propias del teatro operístico, primeros planos que jugaron en picados y contrapicados, e incluso utilizando el plano angular como una interesante forma de otorgarle espesura a la imagen, el inicio de esta remozada historia de amor y venganza contó con una calidad estética propia del cine. El rating acompañó: con 26,3 puntos, fue lo más visto del día.
Sin pretensiones de realizar una superproducción plagada de efectos especiales, una tentación a la que podía haber caído en pos de recorrer el género fantástico, la versión 2007 de El hombre... mostró serle fiel al original en el terreno narrativo y en el cuadro de relaciones entre los personajes, con una mínima adaptación a la actualidad como para lograr mayor empatía con el televidente. Pero en ese afán de lealtad, vale decir, puede recaer el mayor riesgo que enfrenta la miniserie: en el que cierta solemnidad se transforme en artificio y termine atentando contra el natural desarrollo de la historia.
Con un episodio que avanzó sobre la voz del resentido Elmer van Hess (Diego Peretti), tras escapar de un extraño experimento bioquímico y un posterior incendio que le otorgan al personaje características monstruosas –tanto en el nivel psíquico como físico–, El hombre... le confiere a la oralidad, al relato, un papel protagónico. Una herramienta interesante pero que aquí pierde potencia: la voz de ultratumba de Ibáñez Menta se convierte aquí –aun con cierta deformación digital– en un susurro que no se condice con “el odio en estado puro” que representa Van Hess.
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