TELEVISION › TATIANA SFILGOY
El capítulo inicial de Televisión por la identidad se basó en su experiencia como la primera nieta recuperada por Abuelas.
› Por Emanuel Respighi
En medio del dolor por las ausencias y la fe por los reencuentros, en Abuelas de Plaza de Mayo hay una historia entre los 88 nietos recuperados a la que se la conoce como el “caso feliz”. Esa es la historia de Tatiana Sfilgoy, la chica a la que se reconoce como la primera nieta recuperada por la asociación en marzo de 1980, cuando la dictadura aún seguía destilando terror, y que ayer abrió el ciclo Televisión por la identidad (lunes a las 22) en Telefé. A los 5 años, Tatiana Rodríguez –su apellido biológico– fue testigo del secuestro de sus padres en 1977 y separada de su hermana por los militares, que las enviaron a distintas instituciones para no dejar rastros. Hasta que las niñas pudieron reencontrarse tiempo después, cuando un matrimonio las adoptó legalmente gracias a la acción por fuera del sistema dictatorial de una asesora de la Fiscalía. “Ojalá mi historia, ahora televisada, pueda ayudar a que otros nietos puedan dar con su verdadera identidad. Ese sería el mayor fruto que puede tener el programa”, le explica a Página/12 Tatiana, aún emocionada por ver reflejada su historia en el primer capítulo del ciclo.
Actualmente desempeñándose como psicóloga del Centro de Salud de Abuelas, Tatiana es uno de los 14 nietos/as recuperados/as en los que el hallazgo se logró gracias a que su adopción fue realizada legalmente, a diferencia de los 74 casos restantes, que tuvieron una apropiación ilegal de parte de los militares. Esta situación, sumada al hecho de que fue la primera nieta recuperada, probablemente haya influido para que Marcelo Camaño, guionista de Televisión por la identidad, la haya seleccionado para inaugurar la serie-homenaje a los 30 años de la creación de la asociación encabezada por Estela de Carlotto. “Abuelas me puso en contacto con la producción y dejó en mis manos la posibilidad de hacer o no el programa”, cuenta Tatiana, que supervisó cada detalle del libro del episodio que se emitió ayer. “Cuando leí el guión –puntualiza– acepté inmediatamente, porque me pareció que reflejaba mi historia con seriedad y respeto, y podía servir a reconstruir una historia imposible de olvidar para todos los argentinos.”
–¿Cómo piensa que fue recibida la recreación de su historia personal en un contexto de ficción y en el prime time como propone el programa?
–Las consecuencias de la dictadura militar van encontrando las grietas en la sociedad y los medios argentinos, donde este tema era muy tabú hace 20 años. Decir que eras hijo de desaparecidos o que uno estaba con Abuelas de Plaza de Mayo significaba inmediatamente el rechazo o la desconfianza. Hubo una evolución en la sociedad argentina, aun cuando no deja de sorprender que haya personas que no quieren que el pasado salga a la luz. La sociedad argentina está dando pasos firmes en busca de recuperar su identidad y el sentido de justicia. Que Televisión por la identidad esté en televisión abierta, se emita en horario central, y el accionar de la dictadura pueda conocerse masivamente a través de un medio tan poderoso como la TV es histórico.
–¿La realización de este proyecto televisivo le hizo encontrarse o redescubrir algo de su propia historia?
–Pasé muchos años construyendo estas piecitas para poder armar mi historia. Lo que me produjo la condensación en imágenes, por más ficcionalizadas que sean, es revivir mi historia personal y aferrarla aún más. Ver mi historia en la pantalla no deja de ser una experiencia muy fuerte. Incluso, no dejé de emocionarme con lo que veía. Más cuando es un programa muy fiel a mi historia. Me hizo reencontrarme con sentimientos y olores que pensé que ya había perdido.
–¿Cree que la actividad cultural de Abuelas es un pilar fundamental para que tres décadas después del golpe de Estado pueda servir de contexto de una telenovela como Montecristo, y eje central de una miniserie de tres episodios como Televisión por identidad?
–Sí, lo imposible de nuestra historia se está volviendo posible. En Europa pasaron 50 años para que existieran los juicios. En este sentido, Argentina está batiendo records de reparación histórica. Las iniciativas de Abuelas, el lugar que están ocupando los medios en la difusión del tema hacen que la sociedad argentina se involucre cada vez más. Pero aún queda mucho trabajo por hacer en el terreno eclesiástico, judicial y civil. Y Televisión por la identidad creo que va a dar un paso enorme en el camino hacia la verdad. Todavía las expropiaciones siguen existiendo y hay chicos que no encontramos. El número de chicos buscados estimados es de 500 y recién se encontraron 88.
–¿Y es optimista respecto de la búsqueda?
–Por momentos soy optimista y por otros pesimista. Después de la sentencia al capellán Von Wernich uno cree estar más cerca de la verdad. Desde el Juicio a las Juntas hasta hoy se dieron pasos importantes. Pero uno tiene que estar siempre con las defensas en alto. Los actos de reivindicación de la dictadura en Retiro son una clara muestra de que todavía hace falta mucho. La sociedad argentina debe seguir reflexionando sobre el pasado, y la TV puede ser el medio ideal para ello. La cultura del no te metás está muy arraigada, lamentablemente. La solidaridad por el otro, ese legado que signaba a la generación de mis padres, todavía está muy verde en la sociedad actual.
–En el capítulo de Televisión... se vieron los peores años de su vida. ¿Cómo vive hoy? ¿Con resentimiento, fortaleza, bronca...?
–Vivo orgullosa de la historia que llevo. Sin celebrarla, porque obviamente no hubiera querido vivirla, trato de poder comunicarla para que nunca más vuelva a suceder una cosa así. Yo tengo dos hijas y debo respetar sus tiempos. La mayor, de 7 años, ya conoce mi historia, nuestra historia. Pero lo mejor es darle a cada argentino su tiempo.
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