Mar 08.01.2008
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TELEVISION › DANIEL HENDLER ESTRENA EL JUEVES “AQUI NO HAY QUIEN VIVA”

“Me estaba volviendo previsible”

Hasta ahora había rechazado todas las propuestas para encabezar elencos en televisión. Pero el intérprete de El abrazo partido decidió cambiar. Hendler cuenta qué lo motivó a ensayar un giro en su carrera, que lo llevará a protagonizar el unitario de Telefé.

› Por Emanuel Respighi

Daniel Hendler es una de esas personas que está en constante introspección. Como los personajes de ficción que interpretó en la pantalla grande (El abrazo partido, Derecho de familia, En el fondo del mar), en la entrevista que le concedió a Página/12 el actor uruguayo suele oscilar entre la reflexión profunda y el casi inmediatamente posterior cuestionamiento sobre lo que acaba de pensar y decir. Esa manía (o mecanismo de defensa) revela una personalidad en permanente búsqueda, que no da ningún paso –sea personal o artístico– sin otorgarle tiempo suficiente al análisis sobre las bondades y perjuicios que encierran las opciones. Probablemente sea esa manera de vivir la vida la que hizo demorar su desembarco a la TV y, a la vez, la que lo llevó a patear el tablero de su carrera “coherente” y aceptar ser el protagonista de Aquí no hay quien viva, la comedia semanal que Telefé estrenará este jueves a las 22.

No deja de ser paradójico que quien justamente alcanzó popularidad en el país a través de la pantalla chica, con el recordado aviso de Telefónica, apenas puede repasar un breve texto sobre sus participaciones en el medio. Los antecedentes actorales señalan que Hendler sólo tuvo roles menores en capítulos aislados de Sin código, Epitafios y Mujeres asesinas, pero nunca formando parte de un elenco estable de un set de televisión. Mucho menos en el papel del protagonista. “Es una experiencia totalmente nueva”, dice, respecto de su debut como cabeza de elenco de la versión argentina de la comedia de Antena 3, de España.

En Aquí no hay quien viva (ver aparte), Hendler interpreta a Román, un portero de edificio en el que ocurren las típicas situaciones que se dan en este tipo de viviendas, desde los conflictos por el pago de las expensas hasta las dificultades surgidas para ponerse de acuerdo con las prioridades en las reparaciones de la estructura edilicia. Un personaje totalmente atípico para lo que acostumbró a hacer en el cine, más proclive a ponerse en la piel de personajes erráticos y perdidos en relación a lo que quieren ser y lo que son. “Es un chanta –describe el actor–; si el edificio fuese una metáfora de una sociedad, mi portero sería como la mano derecha de un gobernador, que en este caso sería el presidente del consorcio. Es un oficialista que siempre intenta acomodarse con el presidente que toque y, por lo tanto, tiene una ideología muy débil. Le gusta trabajar lo menos posible. Es muy hábil para generar lazos y ahorrarse trabajos.”

Sin embargo, el uruguayo señala que lo que más le costó fue trabajar en el código del humor llano y directo que promueve el programa. “Más que el personaje, lo que a mí me resulta más nuevo es el código del género de humor. El personaje, el hecho de que sea portero o abogado, no es algo que me signifique un verdadero cambio, porque hice diferentes personajes a lo largo de mi carrera. El tema es que es un género que nunca experimenté. Es una comedia de chistes que busca la risa deliberadamente. Siempre he trabajado en géneros más ambiguos o mixturados. Es la primera vez que trabajo en un género más puro y deliberado”, resalta el actor, que confiesa que hasta la aparición de Aquí no hay quien viva había rechazado sistemáticamente todas las propuestas que le llegaron para trabajar en televisión.

–¿Y por qué les dijo no a aquellas y aceptó ésta de Telefé?

–Me doy cuenta de que ahora me dan más ganas de divertirme de otra manera. A mis propios ojos yo sentía que me estaba volviendo un poco previsible en mis decisiones. Y cuando uno ya sabe lo que tiene que hacer y lo que no, creo que está bueno volver para atrás y romper un poco esa estructura. Además, el elenco y la propuesta de Aquí no hay quien viva son ideales para saltar a la cancha, ya que se trata de un lindo personaje en medio de una comedia coral, con un elenco de muy buenos actores.

–¿Qué veía usted que le hacía pensar que se estaba volviendo un actor previsible en las decisiones?

–Cuando uno comienza, cada decisión le demanda bastante energía, sobre qué es lo que uno quiere hacer y qué cosas no. Pero llegado un momento en la carrera, uno comienza a olfatear más fácilmente los papeles que le gustan hacer. Y cuando la estrategia sobre lo que conviene o no según el perfil que la carrera va tomando empieza a interferir con más peso en las decisiones, es cuando me parece que hay que retomar la esencia de lo que uno hace y conectar con la diversión, que al fin y al cabo es el motor principal para un actor. Era necesario romper un poco esa estructura.

–Hace hincapié en la diversión. ¿Sentía que últimamente la había perdido?

–No. Siempre me divertí mucho actuando y estoy contento con mi carrera, pero cuando uno encuentra una cierta coherencia en sus decisiones, se empieza a aburrir un poco. Cuando uno empieza a tener un cierto perfil, con un prestigio por este lado y una cierta falla por acá, necesita deshacer un poco lo que construyó –incluso lo que ha sido exitoso– para sentirse libre de ataduras. Creo que una carrera, llegado ese punto, debe volverse a armar otra vez. Sobre todo la actoral, que nos da esa posibilidad de rearmarla constantemente.

–Pero es raro que ya se plantee todas estas cosas, cuando apenas pasó la barrera de los 30.

–Pero es un planteo que uno debe hacerse constantemente si quiere progresar y mantener la pasión que la actuación demanda.

–En su caso tiene más para perder que para ganar tomando este tipo de decisiones: siempre es más fácil ir a lo seguro.

–Cuando hay riesgo la cosa está más viva. Cuando no hay riesgo es que algo murió. Y yo tenía ganas de hacer televisión. Incluso, a medida que me iba alejando de la TV, hacer el primer proyecto televisivo se volvía como una carga más pesada para mí. Y Aquí no hay quien viva se convirtió en el programa ideal para dar el salto.

–Más allá de esta idea de desestructurarse, ¿le motivaba trabajar en televisión o era reacio al trabajo diario de las grabaciones durante todo un año?

–En mi caso, la televisión es tentadora justamente por su diferente sistema de producción respecto del cine. A mí me encanta el proceso cinematográfico de hacer una película, pero tiene algo de desequilibrante porque son cuatro meses en que uno se sumerge demasiado en un universo. No me refiero a que son cuatro meses en que me transformo en el personaje, pero sí en un mundo diferente al normal. Ingresar al mundo de una película es un cambio muy abrupto. A mí, que no estoy acostumbrado a tomar trabajos fijos, siempre me atrajo la idea de cumplir horarios y tener una rutina.

–¿Y entrar al mundo televisivo le provocó el mismo estado que cuando ingresa al rodaje de una película?

–Los tiempos son diferentes. Hay algo que tiene el cine que lo diferencia del resto, que es el momento en que la película se impregna en el celuloide, que tiene un peso y una atención inquietantes e interesantes. Por un lado, uno juega con esa atención y busca la libertad y la relajación en el momento en que se enciende la cámara. Eso no sucede en la TV, pero sí sucede que cuando en la escena ocurre algo “vivo”, se da por hecho y se pasa a otra, logrando un nivel de entusiasmo más constante que en el cine, donde cada plano es una nueva construcción. Acá hay un ritual o una energía constante, hay que estar alerta para lograr presencia. El desafío en la TV es no entrar en la inercia propia del medio en la que no se sabe qué se está haciendo.

–¿Cómo logra, entonces, adaptarse a esta nueva manera de actuar?

–Confío mucho en las personas que están detrás del proyecto: guionistas, director, actores... Me equivocaría si pretendiera tener demasiado control sobre lo que estoy haciendo. Trato de dejarme llevar ya no sólo por la intuición, sino también por las propuestas que me van haciendo mis compañeros. Entiendo que es la mejor manera de hacer televisión, porque surge más apertura y conexión con el equipo, que para el medio es un factor importante porque el ambiente trasciende la pantalla.

–¿Algo que no sucede tanto en el cine?

–Es diferente. Si bien la intuición es la herramienta principal del actor en cualquier medio, en el cine se va tejiendo una continuidad interna en la que hay que estar muy conectado. El tono y la dinámica televisiva tienen más continuidad que la que posibilita el cine, que tiene otro sistema de producción.

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