TELEVISION
En el pequeño hall del edificio en el que transcurrirán los encuentros y desencuentros de los vecinos, los propietarios discuten sobre cómo la llegada de “los nuevos” –una joven pareja– los obliga a cumplir con el reglamento... muy a su pesar. “Yo no pienso sacar mis macetas del pasillo”, aclara, amenaza, el personaje de Mabel Pessen. “Y yo menos voy a sacar mi antena parabólica y quedarme sin cable”, advierte el vecino que interpreta Gerardo Chendo. “Es mentira que mi mujer tiene un consultorio clandestino: sólo atiende a los amigos”, se defiende otro (Jorge Suárez), ante el reclamo que les hace Román. Pese a las repeticiones, la escena no sale ante la cantidad de actores que deben intervenir en un pequeño espacio y las cuatro cámaras que pretenden tomarlos. Encima, entre ensayo y ensayo, todos los actores muestran su histrionismo, en un crescendo que agrega confusión a la escena. “¡Chicos! ¡Me escuchan!”, interviene finalmente el director para acabar con la dispersión reinante. “Es que somos muchos y, encima, somos actores”, se defiende Hendler, como para justificar el perfil de un elenco que, por momentos, funciona cual estudiantina.
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