VIDEO › AUSENTE, SEGUNDO LARGO DE LA REALIZADORA KIMBERLY PEIRCE
Sumándose a la ola de films recientes que vienen tratando la ocupación militar de Irak, la directora de Los muchachos no lloran se preocupa (como La conspiración) por el regreso a casa de los soldados y vuelve a echar sobre el asunto una mirada bien pesimista.
› Por Horacio Bernades
Producto de una nación belicista, no es raro que a lo largo de su historia el cine estadounidense haya tratado reiteradamente el tema de la readaptación del soldado a la vida civil, a la que vio siempre como un hecho traumático, eventualmente irrealizable. Esto ha sido así tanto en films biempensantes (desde Los mejores años de nuestra vida hasta Nacido el 4 de julio, pasando por Regreso sin gloria) como en otros más oscuros (El francotirador, Taxi Driver) y hasta en los que proponen lavar la sangre de las heridas con más sangre: notoriamente, Rambo. Sumándose a la ola de films recientes que vienen tratando la guerra y ocupación de Irak, como sucedía en La conspiración, Stop-Loss se ocupa del después de esa guerra, con el regreso a casa de los soldados, y vuelve a echar sobre el asunto una mirada bien pesimista. Con el título de Ausente, el sello AVH la lanzará la semana próxima en DVD.
Stop-loss quiere decir “baja cancelada” y es lo que le sucede al protagonista, aunque el reglamento militar reserva esa medida extrema sólo para circunstancias de guerra formal, no irregular como en este caso. Con el sargento Brandon King a la cabeza (Ryan Philippe, en su segunda incursión en el género tras La conquista del honor), los miembros del escuadrón Sombra 3 regresan a sus hogares, tras cumplir el período de servicio. Junto con Brandon vienen sus amigos Steve y Tommy (Joseph Gordon-Levitt, el hijo menor de Third Rock from the Sun), todos ellos vecinos de un pequeño pueblito texano. Los reciben como héroes, como corresponde a la tradición estadounidense, y terminarán tratándolos poco menos que como traidores, como corresponde a otra tradición: la del drama bélico hollywoodense. Más específicamente como desertores, en el caso del sargento King, que opta por fugar, en compañía de la novia de uno de sus amigos, cuando le anuncian el stop-loss o suspensión de su baja.
Como en sus precedentes fílmicos, desfilan por Ausente todos los traumas del soldado vuelto a casa, desde la violencia puertas adentro hasta las dificultades por superarla, incluyendo el drama de los combatientes mutilados, la imposibilidad de reanudar lazos sociales y afectivos y hasta las agrias disputas entre los propios regresados. Esa es, seguramente, la principal limitación de este segundo largo de la realizadora Kimberly Peirce, que aborda nuevamente el drama ríspido tras la recordada (y seguramente sobrevalorada) Los muchachos no lloran. La limitación reside en que, trocando Irak por la Segunda Guerra o Vietnam, Ausente no cuenta nada demasiado distinto de lo que ya se había visto en cantidad de ocasiones, desde Los mejores años de nuestra vida para acá. Más allá de peleas, magulladuras, muñones y el suicidio de un amigo, lo más fuerte de la película, por su resonancia metafórica, es la situación a la que llega el sargento Brandon, a punto de borrar su identidad y asumir una falsa, cruzando para siempre las fronteras de su país. Sin embargo, no llega a hacerlo. Lo cual no quiere decir que la película termine con un happy end, ciertamente.
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