Sáb 24.01.2009
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VIDEO › DOMICILIO DESCONOCIDO, DEL COREANO KIM KI-DUK

El daño como principio activo

La edición de su sexto film permite encontrar al realizador asiático en su etapa más oscura y extrema. Nadie sale inmune de esta historia ubicada en una zona rural de Corea del Sur, donde se exponen las marcas de la invasiva presencia estadounidense.

› Por Horacio Bernades

Cuando en su edición 2002 el Bafici dedicó un foco al realizador coreano Kim Ki-duk, se incluyeron sus dos películas por entonces más recientes: Address Unknown y Bad Guy. Teniendo en cuenta que casi inmediatamente después llegaría Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera, que convirtió al director en todo un nombre del cine-de-calidad-apto-para-el-público-occidental, bien puede considerarse a aquéllas como cierre de una etapa más oscura y extrema, la primera de este cineasta nacido en 1960 e iniciado en 1996. En días más, el sello Transeuropa editará en DVD Address Unknown, opus seis del realizador de Hierro 3, El arco y Time, con el título Domicilio desconocido.

Con escasas excepciones, la copiosa filmografía de Kim Ki-duk (dieciséis títulos hasta la fecha) presenta tres clases de personajes. Están los dañados por otros, los que dañan a otros y los que se dañan a sí mismos. Tal vez por ello una suerte de síntesis de las inquietudes de su autor, Domicilio desconocido presenta todas las combinaciones posibles de esa ecuación. Unico film con una precisa ubicación temporal en la obra de un cineasta dado a las abstracciones, un cartel aclara, al comienzo, que la acción tiene lugar en 1970, cuando los Estados Unidos todavía mantenían bases militares en Corea del Sur. Situación crucial para algunos de los temas que el film despliega. No es ése el único cartel que aparece al comienzo: otro advierte que ningún animal fue lastimado en el curso del rodaje. Un chiste posible hubiera sido agregar un tercer cartel al final, que aclarara que ningún ser vivo dejó de ser lastimado, en el curso de la ficción.

Ubicada en una zona rural, la presencia estadounidense se expresa aquí en heridas, que son tanto del pasado como del presente. El título de la película alude al sellito con el que son devueltas las cartas que una mujer envía al padre de su hijo, soldado afroamericano al que conoció durante la guerra Norte-Sur. Y a quien sigue esperando, lustros más tarde, con la misma tozudez que la Penélope de Serrat. Producto de esa relación es su hijo, Chang-Guk, cuyo oscuro tono de piel lo convierte en favorito de las patoteadas de unos muchachones de la zona (que parecen una versión algo menor del protagonista de Bad Guy, que el realizador filmaría inmediatamente después de ésta, y que sería ya un abusador hecho y derecho). Chang-Guk tampoco la pasa demasiado bien en el trabajo, ya que se ve forzado a participar de las ejecuciones de perros que practica un carnicero de la zona, y que terminarán provocando una cruel reversión.

Amigo de Chang-Guk es Ji-Hum, el típico artista cachorro, tímido, solitario e hipersensible, que aparece abundantemente en la obra del autor (ver Real Fiction, del 2000, y también la más conocida Hierro 3, o la propia Primavera, verano...). Hijo de un veterano de guerra que vive añorando aquellos tiempos gloriosos, Ji-Hum se hace amigo de una chica de las inmediaciones, tan solitaria como él, aunque con una razón bien concreta para vivir refugiándose de las miradas de los demás. El mechón que le llueve sobre el ojo derecho no es producto de una temprana condición de emo, sino de que le falta el ojo de ese lado. Su hermano se lo arrebató de pequeña, por querer jugar a Guillermo Tell, sin tener la puntería suficiente. Alguien se fija en ella: un soldado yanqui, estacionado en el cuartel de la zona y con signos de incipiente locura militar. La relación entre ambos tal vez no llegue a los niveles de La isla, donde los enamorados se atravesaban con agujas de pesca, pero terminará con un listado bastante nutrido, de magulladuras y mutilaciones mutuas.

Hay en Domicilio desconocido un gag visual brevísimo y sumamente gracioso. En él el realizador parece autoparodiar sus propios excesos, mostrando, en un mismo plano, a los tres protagonistas con sendos parches en sus ojos derechos, producto de distintas heridas. El resto de la película no es tan gracioso.

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