Sáb 23.05.2009
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VIDEO › TRES PRODUCCIONES CLASE B EN UN SOLO DISCO

El patio trasero de Hollywood

La guerra de los mundos, La máquina del tiempo y El enigma de otro mundo son ejemplos clásicos del cine de ciencia ficción de los años ‘50. Filmados con bajo presupuesto y en plena Guerra Fría, se las arreglan para resistir el paso del tiempo.

¿Qué fue la clase B? ¿Tuvo algún valor o se trató de una especie de outlet para productos de segunda selección de Hollywood? Una flamante edición del sello Época, que compacta en un solo disco tres producciones de esa categoría, tal vez permita echar alguna luz sobre el fenómeno, uno de los más distintivos y subestimados del Hollywood clásico. Lo que se edita son tres ejemplos clásicos del cine de ciencia ficción de los años ‘50. Tan clásicos, que todos conocieron remakes más o menos recientes. Dos de ellas están basadas en novelas de H. G. Wells: La guerra de los mundos y La máquina del tiempo. La tercera, El enigma de otro mundo, presenta la curiosidad de que su remake, a cargo de John Carpenter, es posiblemente más conocida que la original. Al menos, para el espectador contemporáneo.

La clase B debe su nombre a la más prosaica de las fuentes: el catastro de Hollywood. En él figuraba bajo esa letra el lote en el que la Fox rodaba sus producciones más rápidas y baratas, destinadas a acompañar, en programas dobles o triples, las de primera línea. De allí en más, toda esa vertiente de producción, que para los grandes estudios representó una segunda línea y para algunos más pequeños la única, pasó a conocerse como clase (o serie) B. Trabajando con presupuestos tan apretados como las propias agendas de rodaje (y como el metraje final, que nunca llegaba a la hora y media), la clase B trabajó, con eficacia y a veces excelencia, géneros como el policial, el terror, el western, la ciencia ficción, el cine de guerra. Que las compañías apuntaran sus cañones más lustrosos a la producción clase A les permitió, a los realizadores más talentosos, sacarle el jugo a esa grieta en la vigilancia.

Así como el film noir jamás habría existido de no ser por la clase B, algo semejante sucedió con las películas de invasores extraterrestres, subgénero característico de los años ‘50. Ya se sabe que una persecuta de Guerra Fría anida detrás de esas películas en las que la ciudadanía estadounidense, aliada casi siempre con el ejército y las autoridades, enfrenta a un enemigo que quiere conquistarla. Y que viene de lugares incluso más lejanos que Rusia o China. Marte, pongámosle. Una de las primeras muestras del rubro, El enigma de otro mundo (1951) se cierra con un llamado clásicamente paranoico: “¡Vigilen el cielo!” Como solía suceder en el rubro (pasa lo mismo en La guerra de los mundos y La máquina del tiempo), El enigma... exige disculpar la torpeza del monstruo, grandote antropomórfico que se bambolea como La Momia y difícilmente asuste a alguien. No importa mucho: a diferencia de la remake de Carpenter, esta primera versión de El enigma... no es tanto una película de miedo como una de relaciones interpersonales, narradas con el sentido del humor, soltura y modernidad característicos de Howard Hawks.

Pero cómo Hawks, si la carátula del DVD dice que la dirigió un tal Christian Nyby. Sucede que Hawks, a la sazón productor, le dio el crédito a este tal Nyby, que era su montajista y nunca más dirigió otra cosa que valiera la pena. Basta ver el hipersexualizado coqueteo entre el protagonista y una chica, o la relación de camaradería entre los miembros de esa base militar en el Polo Norte, para comprender que detrás de esto tiene que haber estado, indefectiblemente, el creador de La adorable revoltosa, Hatari y Sólo los ángeles tienen alas. Gran oportunidad, la que brinda esta edición, para comparar la versión-Hawks con la de Carpenter, más fiel al relato original. Tampoco viene mal comparar la versión original de La guerra de los mundos (1953), que se incluye en este DVD, con la reciente de Spielberg. Típico de la clase B, La guerra... original, producida por el especialista en efectos especiales George Pal, presenta actores de madera, relaciones de plástico, decorados de cartón y unos rayos mortales que parecen estrellitas de fin de año. A pesar de todo eso, el relato se las arregla para sostener la tensión. Habilidad narrativa también típica de la clase B. De la buena, al menos.

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