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7-Dolor al límite,
de Simon Hynd. Con Jason Behr, Emma Catherwood y Joe Ferrara.
2008, 90 min. SBP.
Una célula terrorista indeterminada secuestra en Europa a un ejecutivo norteamericano. En un departamento herméticamente cerrado lo someten a tortura, bajo acusación de representar al capitalismo yanqui. La tortura consiste en privarlo de cada uno de sus cinco sentidos. Algo que la película muestra en detalle, con indiscutibles dosis de morbo. Pero una vuelta de tuerca equipara al espectador con los navegantes de Internet que siguen esas sesiones de tortura en tiempo real, votando si quieren que continúen o no. Senseless (tal el título original) puede ser acusada de explotación sadomaso y de reaccionarismo antiárabe, pero también loada como juicio al voyeurismo. Lo más posible es que no sólo una de esas cosas sea cierta, sino todas.
5-Amor, dolor y viceversa,
de A. Pineda Ulloa. Con Leonardo Sbaraglia y Bárbara Mori.
2008, 86 min. SP Films.
Leonardo Sbaraglia filmó en México esta película con ambición de thriller intelectual, que tal vez por eso recuerde vagamente las primeras de Alejandro Amenábar (Tesis y Abre los ojos). Una chica que no puede dejar de soñar con un hombre descubre que ese hombre existe. No sólo eso, sino que además es su contraparte: él tampoco puede dejar de soñar con ella. ¿O será ella la que es sólo un sueño? Algo así como una versión thriller de Las ruinas circulares, Amor, dolor... se limita a mostrar sus cartas oniristas, sin terminar de jugarlas jamás. Tampoco la intriga crece. Una fotografía de estilo publicitario y la bonita y bastante inexpresiva Bárbara Mori hacen de ella algo parecido al aviso de un producto de alta gama.
6-5 días sin Nora,
de Mariana Chenillo. Con F. Luján, S. Mariscal y Ari Brickman.
2008, 92 min. Transeuropa.
Opera prima de la realizadora (también mexicana) Mariana Chenillo, 5 días sin Nora recibió, en la última edición del Festival de Mar del Plata, el premio mayor, seguramente exagerado. Comedia negra y agridulce, lo negro y agrio es aquí mejor que lo dulce y conciliatorio. Un huraño sesentón judío se entera de que su ex esposa –de la que estaba separado, tras 30 años de cárcel matrimonial– acaba de suicidarse. Le importa un pito. El problema es que por cuestiones de ritos ortodoxos habrá que esperar a que termine el Pesaj para enterrarla, debiendo permanecer el cadáver en casa del marido hasta ese momento. De allí en más, la corrección, el costumbrismo y la convención no dejan que la putrefacción haga su trabajo en paz.
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