Sábado, 12 de febrero de 2011 | Hoy
VIDEO › MALOS MUCHACHOS, DIRIGIDA POR BARRY LEVINSON
Basándose en su libro What Just Happened? Bitter Hollywood..., Art Linson escribió y produjo esta película que recopila sus peores experiencias en el ambiente hollywoodense. Uno de sus blancos favoritos es el mismísimo “Sistema”, con sus ejecutivos, agentes y correveidiles.
Por Horacio Bernades
Si algo caracteriza la carrera como productor de Art Linson (Chicago, 1943) es esa (rara) clase de películas capaces de aunar buena crítica y éxito de público, desde Los intocables hasta la reciente The Runaways, pasando por Mi vida como hijo, Fuego contra fuego y El club de la pelea. Años atrás el hombre recopiló algunas de sus peores experiencias en un libro llamado What Just Happened? Bitter Hollywood Tales From the Front Line. Allí cuenta desde la deserción de su fiel amigo Robert De Niro, poco convencido de trabarse en dura lucha con un oso notoriamente falso (en la poco memorable The Edge, 1997) hasta las dificultades para convencer al reemplazante de De Niro, Alec Baldwin, de afeitarse una barba que lo hacía demasiado parecido al oso. De Niro y la barba son dos de los protagonistas de What Just Happened, basada en aquel libro y dirigida por Barry Levinson, realizador, entre otras, de Rain Man, Avalon y Wag the Dog. Con un elenco que incluye a John Turturro, Catherine Keener, Robin Wright y Kristen Stewart (la Belle de la serie Crepúsculo), además de Bruce Willis y Sean Penn haciendo de sí mismos, el sello Transeuropa acaba de editar What Just Ha-ppened en DVD, con el creativo título Malos muchachos.
Escrita y producida por el propio Linson, es lógico que en What Just Happened el productor de Hollywood no sea el monstruo, como en los exponentes clásicos del género “metacine” (ver Cautivos del mal, El desprecio, Barton Fink) sino la víctima. Los problemas de Ben (De Niro) comienzan durante una proyección previa de su nueva película, comprometida para abrir Cannes en un par de meses. El director, un británico con ínfulas de artista (el siempre genial Michael Wincott), no tuvo mejor idea para la escena final que masacrar al héroe (Sean Penn), y también a su perro fiel. Los espectadores ni se inmutan cuando la camisa blanca del protagonista se tiñe de rojo, pero reaccionan con furia cuando el jugo de tomate baña el blanco pelaje del perro. “¡Mi esposa todavía está llorando, hijo de puta!”, brama por escrito uno de los espectadores. “Fuck you!”, escribe otro. Lou Tarnow, ejecutiva del estudio (una gélida Catherine Keener), avisa que va a haber que cambiar el final. El director se niega a hacerlo. No es el único problema de Ben. Que cierto guionista (Stanley Tucci) sea el nuevo amante de su ex esposa (Robin Wright) no le hace ninguna gracia. Que su hija adolescente (Kristen Stewart) lo sea de un agente de actores, menos. Hay algo peor: a Bruce Willis, protagonista de la nueva película producida por Ben, le dio por dejarse una barba de leñador, justo antes de empezar el rodaje. “O se afeita o suspendemos”, advierten desde el estudio. El agente de Willis (John Turturro) no parece capaz de convencer a su representado de los beneficios de una buena afeitada y Ben no puede darse el lujo de perder dos películas al hilo: tiene dos ex a las que mantener.
Si el productor es la víctima, ¿quién es el monstruo de What Just Happened? Los actores, no: el tema de la barba se resuelve con una broma típica de Bruce, y eso habla bien de él. Quedan dos monstruos. Uno es, obviamente, “el sistema”. El sistema de Hollywood, los ejecutivos, agentes y correveidiles. El otro es algo más inesperado, como que se trata del director-estrella europeo, encarnado por Wincott. El tipo no sólo se comporta como un chico caprichoso en relación con cada una de sus decisiones estéticas, sino que además le da por sobreactuar escenas de bravura dignas de una diva. Cuando no sabe qué hacer, hace lo que cualquiera de éstas haría: sumar alcohol y pastillas. El establishment es la espada que apunta a Ben; el director malcriado es la pared. El primero de los monstruos es reconocible. A qué clase de directores de la vida real representaría el segundo no es tan fácil de adivinar, teniendo en cuenta que en Hollywood no sobra el lugar para cineastas con veleidades de artistas. Tal vez se trate apenas de un cliché demodé. Un resabio de lejanos tiempos en los que pareció, por un rato, que los directores podían llegar a tomar el poder en las colinas.
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