“¿Nos dieron, no?”, pregunta el muchacho, observando el hongo radiactivo que brota en el horizonte, a la altura de la ciudad de Los Angeles. Papá, mamá y los chicos salieron bien temprano a la mañana para un día de pesca, y a mitad de camino se encontraron con que tal vez nunca puedan volver a casa. Si es que su casa, la ciudad y lo que por entonces se llamaba “el mundo libre” siguen existiendo, claro. Son los primeros años de la década del ’60 y la Guerra Fría alcanzó su punto de fusión. Ese que hace concebible que no sólo las ciudades más importantes de los Estados Unidos sino también las principales capitales europeas hayan sido alcanzadas por una descarga sincrónica de misiles nucleares. Ahora se trata de sobrevivir, y es entonces que los Baldwin van a descubrir que tal vez el peor enemigo no esté a miles de kilómetros de distancia sino allí mismo, a su lado. Estrenada en 1962, la sociedad que integran los sellos Epoca y Sólo Cine acaba de lanzar Panic in Year Zero! en DVD, acompañada de Un millón de años antes de Cristo y Viaje al centro de la Tierra y con el expresivo título con que se la conoció aquí en su momento: ¿Habrá otro mañana?

En 1962, la American International Pictures acababa de rescatar a Ray Milland de años de ostracismo en televisión, dándole el protagónico en El entierro prematuro, parte del ciclo de adaptaciones de cuentos de Poe que por ese entonces Roger Corman venía realizando para la compañía. Antes de permitirle el último relumbrón de su carrera con El hombre con vista de rayos X (1964), aceptaron un proyecto que Milland terminaría protagonizando y dirigiendo. No era la primera vez que lo hacía, ni sería la última. Desde fines de los años ’50 hasta una década más tarde, este nativo de Gales, que empezó en Hollywood como galán de comedias refinadas y se consagró como actor dramático en Días sin huella, dirigió un puñado de films de los que solían llamarse “de clase B”. De ellos, ¿Habrá otro mañana? resultó el de mayor repercusión.

Maravillas elípticas de la clase B, Panic in Year Zero! narra el Apocalipsis, sin mostrar prácticamente nada de él. Consecuencia, claro, de la restricción presupuestaria, que hacía que los únicos “efectos especiales” posibles fueran esa nube literalmente dibujada en el horizonte, la simple apertura del diafragma de la cámara (para representar el fogonazo de la explosión) y un ciervo de utilería, en el momento en que los Baldwin, yendo en reversa de la civilización al salvajismo, se ponen a cazar para procurarse el alimento. Son los comentarios, chismes y rumores de la gente con la que se cruzan en la ruta los que van armando el desesperante panorama de allá afuera. No es esa obligada, bienvenida concisión (antípoda del dispendio de nuevo rico que infecta el cine de anticipación contemporáneo) el único elemento de interés de ¿Habrá otro mañana?.

Ver, sobre todo, la elegancia con que el guión cierra el paso a todo indicio de patrioterismo o macartismo, diluyendo cualquier referencia directa en la mera mención al “enemigo”, lo suficientemente vaga y difusa como para que la fábula pueda ser justamente una fábula, y no un panfleto. Fábula que apunta el dedo, además, no tanto sobre el enemigo externo (las bombas nucleares podrían reemplazarse por una lluvia de meteoritos y daría lo mismo) como sobre el interno. Ese que está dispuesto a robar, aprovecharse, violar y asesinar a sus “compatriotas” con tal de sobrevivir. Incluido el bueno de papá Baldwin, representación modélica del american pater familiae, que en algún momento comprenderá que el peligro es él.