Sáb 08.04.2006
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VIDEO › “FRIA TEMPESTAD”

Los cowboys están en el Lejano Este

El film del chino Chuan Lu se desarrolla cerca de la frontera con el Tíbet y funciona como un “western materialista”.

› Por Horacio Bernades

En Estados Unidos se estrena la semana próxima, después de una larga y fructífera recorrida por festivales, que terminó convirtiéndola en una de las más premiadas películas asiáticas del último año y pico. En la Argentina, el sello LK-Tel acaba de lanzarla en DVD. Con el título de Fría tempestad se edita aquí Kekexili, el film chino al que en el ámbito de la distribución internacional se conoce como Mountain Patrol. Ganadora de varios de los premios que otorga anualmente la academia de cine de su país, Kekexili se llevó también uno del Festival de Sundance, además de haber recibido una mención en Berlín 2005. Con la Columbia Pictures como distribuidora internacional (se trata de la major estadounidense más comprometida con el cine asiático), eso explica el lanzamiento de la película por LK-Tel, representante del catálogo de video de esa compañía en la Argentina.

Kekexili es el nombre de una vasta planicie que se extiende al norte de China, cerca de la frontera con el Tíbet. Con 4700 metros de altura sobre el nivel del mar, inhabitada, azotada por temperaturas extremas en invierno y por vientos que pueden volverse huracanados, es posible que nadie se hubiera enterado jamás de su existencia, de no ser porque en ella pastan los últimos ejemplares de antílopes tibetanos, una de las especies de más preciada lana. Desde comienzos de la década pasada, la presencia de cazadores furtivos provocó que en cuestión de pocos años la población de antílopes, originalmente de un millón de ejemplares, se redujera a apenas 10 mil, el uno por ciento de aquella cifra. Sin autoridades de prevención en la zona, a mediados de los años ’90, los cazadores se encontraron con que una pequeña patrulla de voluntarios (esa mountain patrol a la que alude el título en inglés) se les ponía en el camino, armas en mano. Ese combate por la supervivencia o exterminio de una valiosa especie, librado en una de las regiones de naturaleza más hostil del planeta entero, es lo que narra Fría tempestad.

Basada en una historia real, todo comienza cuando uno de los miembros de la patrulla es sangrientamente ejecutado por un grupo de cazadores. Un diario de Pekín envía a un reportero a cubrir la nota, hábil recurso del realizador y guionista Chuan Lu (de quien el año pasado se había editado en video su ópera prima, La pistola perdida) para introducir un representante del espectador en la trama. Es a través de los ojos del periodista que se sigue la historia y ésta es narrada con sequedad y laconismo, las más pertinentes para este mundo de hombres que parecerían cowboys del Lejano Este. Cowboys sin duda altruistas, que exponen la vida por una paga miserable y en un lugar del mundo en el que nadie quisiera estar. La altura hace que, mientras persiguen a pie a un grupo de cazadores, varios caigan muertos, por embolia pulmonar. Y si no es el congelamiento, serán las arenas movedizas las que se los traguen para siempre.

Chino al fin, éste es en tal caso un western materialista. Chuan Lu no ahorra el dato de que, para poder sobrevivir, hasta los propios patrulleros pueden llegar a vender lana de antílope. O comerse una pata del animal, cruda, cuando el hambre aprieta. Del mismo modo en que es capaz de castigar cruelmente a uno de los suyos cuando comete una distracción, el líder de la patrulla, ex capitán del ejército, le puede tender la mano a un cazador anciano cuando éste necesita ayuda. Lo cual no impide a su vez que el viejito no haga nada para salvarlo, cuando un grupo de cazadores los rodea, en una suerte de duelo final que –otra vez las diferencias culturales– no es de uno contra uno, como en los westerns, sino de índole más colectiva.

Con un corte original de nada menos que dos horas cuarenta, la reducción de Fría tempestad a los 90 minutos de rigor hace que los acontecimientos en buena medida se atropellen considerablemente en la última parte. A un final trágico lo suceden unos carteles que funcionan como compensación, explicando que, gracias a la tarea de los patrulleros, la zona de Kekexili (“montañas y chicas lindas”, quiere decir el nombre en tibetano) fue declarada reserva natural, con los cazadores mantenidos a raya y la población de antílopes recuperando su crecimiento. Si se trata de un happy end, es en tal caso uno que la propia realidad proveyó. Y que Chuan Lu tiene el buen gusto de no exaltar ni enfatizar, asordinándolo con la misma austeridad de tono que durante toda la película mantuvo. Como corresponde a un cowboy del Lejano Este.

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