VIDEO › DEFRAUDADAS, UNA DE LAS FIGURITAS DIFíCILES DE CLINT EASTWOOD
En la película de Don Siegel, estrenada cuarenta años atrás, Eastwood interpreta a un soldado que, en plena Guerra de Secesión, seduce a casi todas las pupilas de un internado. Pero paga un precio carísimo por ello. El film luce hoy tan perturbador como entonces.
› Por Horacio Bernades
En dos ocasiones Clint Eastwood mostró el costado más despiadado de su condición de sex symbol, y en ambas recibió una brutal venganza por ello. Lo curioso es que ambas tuvieron lugar con diferencia de meses. Como si el astro, por entonces en su esplendor, se permitiera cuestionarse su condición, llevando el cuestionamiento al límite de la paranoia o el masoquismo. Una de esas ocasiones fue en su ópera prima como realizador, Play Misty for Me (estrenada en su momento, y lanzada mucho más tarde en DVD, con el título Obsesión mortal), donde el futuro intendente de Carmel-By-The-Sea hacía de un disc-jockey de radio, que pagaba carísima una canita al aire. Unos meses antes del estreno de ésta, en abril de 1971, se había conocido The Beguiled, en la que Clint seducía a un entero internado de señoritas, sin saber en lo que se metía. Producida por la compañía de Eastwood (la Malpaso) y estrenada en Argentina como El engaño, el sello SP Films acaba de lanzar esta figurita difícil con el título de Defraudadas.
Una película más sobre la guerra de sexos que sobre la Guerra de Secesión, en The Beguiled Eastwood es John McBurney, cabo del ejército de la Unión, a quien una niña, pupila de un internado sureño, encuentra muy malherido en las inmediaciones del instituto. La chica lo lleva ante la directora, la Señorita Martha (Geraldine Page) y ésta decide atenderlo, curarlo y no denunciarlo ante los miembros de su ejército, por más que se trate de un soldado enemigo. La razón de que no lo haga, diríamos hoy, es porque está rebueno. Cojeando de una pierna y andando con muletas, el cabo McBurney advierte rápidamente el efecto que produce, intentando aprovecharse de ello para huir de allí. Creído de que es el zorro en el gallinero, a McBurney se le va la mano –no perdona ni a la mucama negra ni a una nena de doce años–, por lo cual terminará pasando de predador a presa.
Basada en una novela y con guión escrito a varias manos (entre ellas las de Albert Maltz, ex miembro del Partido Comunista estadounidense y proscripto en Hollywood, hasta el punto de que aquí firmó con seudónimo), The Beguiled es la película “del medio” de Eastwood a las órdenes de Don Siegel, uno de sus maestros reconocidos (después de Mi nombre es violencia y Dos mulas para la hermana Sara, antes de Harry el Sucio y Fuga de Alcatraz). Vista hoy, sigue siendo tan perturbadora como entonces. Perturbadora tanto por el espeso clima sexual que se respira en el internado (la llegada del macho parecería liberar todas las represiones) como por el no menos espeso clima visual (sobreimpresiones como de mareo, sombras de cine gótico, angulaciones de pesadilla) y, sobre todo, la crueldad de su mirada. Por muy duro o despiadado que se mostrara, hasta el momento el personaje Eastwood había mantenido la condición de héroe. Aquí es un tipo mentiroso y manipulador, además de soldado desalmado y, faltaba más, maltratador de menores.
No es que las anfitrionas salgan mucho mejor paradas: la que no es una virgencita estúpida es una promiscua, y hasta una figura central vivía en incesto con su hermano. Cuando aparece una partida de soldados sureños, vienen con la intención de violar a lo que se les cruce, y cuando los delicados miembros del gineceo deciden consumar su venganza, es con un serrucho en la mano y aprovechándose de la inconsciencia de la víctima. La guerra que se libra allí, en el internado, es, al menos, igual de sangrienta que la de afuera. Pero más freudiana. “¿Por qué no me castraron, directamente?”, se queja el icono de Hollywood, como si no se lo hubiera buscado.
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