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Sábado, 8 de septiembre de 2012

VIDEO › SOL DE NOCHE, LA HISTORIA DE OLGA Y LUIS, MAÑANA CON PáGINA/12

“Mostramos la relación entre poder económico y poder militar”

El documental dirigido por Pablo Milstein y Norberto Ludín, con producción ejecutiva de Eduardo Aliverti, denuncia los sucesos vinculados con “La Noche del Apagón”. El film fue estrenado en 2002, pero “hoy el tema está más en la agenda que en aquel momento”.

 Por Oscar Ranzani

Pablo Milstein, Eduardo Aliverti y Norberto Ludín, los responsables de la película.
Imnagen: Pablo Piovano.

Si hay momentos especiales para mirar determinadas películas, éste es, sin duda, el de poder ver (o volver a ver) Sol de noche, la historia de Olga y Luis, documental dirigido por Pablo Milstein y Norberto Ludín, que contó con la producción ejecutiva de Eduardo Aliverti, encargado también de la voz en off. Quienes coincidan con esta apreciación, mañana tendrán la oportunidad de adquirir el DVD de este largometraje realizado en 2002, que Página/12 ofrecerá a sus lectores como compra opcional. En este momento que vive el país, en el que se ha dado un impulso inédito en la historia de la Argentina para juzgar a los responsables del genocidio que ocasionó la dictadura cívico-militar, el presidente del Ingenio Ledesma, Pedro Blaquier, está siendo juzgado por su presunta vinculación con delitos de lesa humanidad cometidos durante La Noche del Apagón y por la desaparición del ex intendente del pueblo jujeño Libertador General San Martín, Luis Arédez. Y esos dos hechos son abordados por Sol de noche, con una contundencia testimonial e investigativa irrefutable sobre la complicidad que tuvo este monopolio azucarero con el terrorismo de Estado. Tanto que la querella Arédez pidió que Aliverti sea testigo en las dos causas: la de la desaparición de Luis Arédez y la de La Noche del Apagón. “Desde el punto de vista testimonial, Blaquier es la primera cabeza visible del poder económico que es juzgada en la Argentina. Nada más y nada menos”, señala Aliverti.

Luis Arédez fue un médico solidario que atendía a los obreros que trabajaban la caña de azúcar en el Ingenio Ledesma. Como se ganó el cariño popular, se produjo un hecho insólito: aunque era radical, el Partido Justicialista le pidió que se presentara como candidato a intendente del pueblo. Arédez aceptó, ganó e inició su gestión en 1973. Cuesta imaginarse hoy que los peronistas le pidan a un radical que sea intendente y que acceda al poder con el apoyo de los obreros y el sindicato. “No sé si hoy, pero si pensamos en los ’70, en pleno camporismo, yo no creo que haya habido otro caso”, comenta Aliverti. Arédez decidió cobrarle impuestos a esa empresa, decisión que sería determinante para sellar su futuro. El 24 de marzo de 1976, el golpe de Estado lo eyectó de su cargo. Los gendarmes lo detuvieron y lo cargaron en una camioneta del Ingenio Ledesma. Mientras Arédez estaba detenido, el 27 de julio del ’76 se produjo la denominada “Noche del Apagón”: cortaron el suministro eléctrico del pueblo Libertador General San Martín y de sus adyacencias y los militares secuestraron a unas cuatrocientas personas de ese pueblo y de Calilegua que fueron trasladadas a centros clandestinos de detención, otra vez en vehículos de la empresa Ledesma. Treinta de ellas permanecen desaparecidas. Y también Arédez, que estuvo un tiempo liberado hasta el 13 de mayo de 1977, cuando volvieron a secuestrarlo.

Sol de noche relata también la lucha de Olga Márquez de Arédez, la mujer de Luis, que desde el momento de la desaparición de su marido emprendió una batalla en busca de justicia, recorriendo sola la plaza del pueblo con una pancarta en la mano y un pañuelo blanco en su cabeza. Cuando el trío concretó la película en 2002, Olga vivía y dio su testimonio. Pero murió en 2005 de un cáncer inducido por la bagazosis, una enfermedad producida por el bagazo (el desecho de la caña de azúcar), contra la que luchó no sólo por su salud, sino también por la de los habitantes de su pueblo, responsabilizando de esto a la empresa Ledesma. “Nosotros quedamos muy conformes con Malajunta –esencial documental sobra la dictadura elaborado por el trío–, pero teniendo siempre claro que era la historia general de la dictadura y que lo de Olga podía completar una suerte de díptico cinematográfico tomando, a través de una historia personal, la relación entre poder económico y poder militar, que nunca había sido abordada desde un caso del interior profundo. Era muy poco lo que se había documentalizado respecto de ese tema”, señala Aliverti.

–El documental tiene dos ejes principales: uno más emotivo, que tiene que ver con la historia de Olga y Luis, y otro más informativo y de denuncia, vinculado al accionar de Ledesma en la dictadura. ¿Fue pensado así desde el principio?

Norberto Ludín: –No terminó siendo la película que habíamos pensado, porque cuando vas a hacer un documental tenés una idea de película en la cabeza pero vas abierto a que pase lo que pase. Nosotros conocíamos la historia, pero no los detalles de la familia, ni cómo habían llegado al lugar, ni todo el trasfondo real en la relación entre Luis y el Ingenio. Todas esas cosas fueron modificando la película. Y después, en el montaje nos demoramos porque fueron saliendo varias versiones. Al principio eran como muy informativas. Tenía más peso lo informativo y después nos fuimos abriendo.

Pablo Milstein: –Los testimonios de Mario Paz y del cura, que no estaba previsto que salieran así, modificaron todo el guión.

El cura del que habla Milstein era el fallecido Aurelio Martínez, párroco del pueblo, a quien durante la dictadura una madre lo fue a ver porque no encontraba a su hijo y él le contestó que los chicos desaparecían porque eran comunistas y no habían sido bien educados. Más escalofriante aún es el relato de Mario Paz –también fallecido–, que era el jefe de Relaciones Públicas del Ingenio. Paz se despachó con comentarios despreciativos hacia Luis Arédez, al que llamó “demagogo”, pero también su relato desnudó cómo funcionaba el vínculo entre Ledesma y la dictadura, haciendo apología del delito y quedando en evidencia su participación en el secuestro de personas. El material en crudo de su testimonio va a ser incorporado como prueba en la instrucción de las dos causas mencionadas, llevadas adelante por el juez Fernando Poviña.

–¿Por qué creen que Paz dijo lo que dijo?

Eduardo Aliverti: –Me parece que se sintió en confianza. Nosotros le dijimos que era para un documental. Por supuesto que no ampliamos detalles sobre de qué tipo de documental se trataba. Mi interpretación psicopersonal, absolutamente subjetiva, es que, en definitiva, se sintió impune para decir lo que decía, que le importaba tres pitos. Probablemente nosotros fuimos hábiles en hacerlo entrar en confianza para que el tipo dijera lo que dijo. Lo punzamos bien. Y yo creo que el combo entre la habilidad de que se sintiera cómodo y su exhibición de impunidad debe haber dado el resultado de que confesara lo que confesó, porque más que dichos son confesiones. En el caso del cura, yo no puedo decir que me haya sorprendido lo que dijo. Pero en cuanto a Paz, tengo grabada la expresión cuando dijo: “Estaban ahí nuestras camionetas”. Francamente, eso sí me provocó de todo.

–Más allá de esos testimonios, ¿qué fue lo que les resultó más revelador del relato de Olga?

N. L.: –A mí, en lo personal, el relato de cómo ella fue cambiando durante su vida: cómo pasó de ser un ama de casa esperable por su situación a ser un faro en ese lugar y a bancársela como se la bancó. Ese cambio en su vida me impactó.

P. M.: –Era muy fuerte estar en ese pueblo y mirar a Olga, que era una señora muy solidaria con el resto y que los jueves terminaba marchando sola. Y terminó marchando sola a pesar de que era una señora solidaria con los indígenas, con el comedor si hacía falta comida. Ella era dentista y si había alguna urgencia atendía siempre gratis.

–¿Cómo fue filmar en Ledesma? ¿Intentaron acceder al Ingenio?

N. L.: –Intentamos, pero no conseguimos autorización en aquel momento. Era filmar y rajar. Era entrar, poner la cámara donde se pudiera y en cuanto venían las camionetas de la empresa teníamos que levantar todo rápido e irnos. Eso en los campos del ingenio. Después en el pueblo era bastante normal.

P. M.: –Estuvimos conviviendo un mes en el pueblo. Entonces, a la semana todos nos conocían, y nosotros ya conocíamos a unos cuantos. Por eso, estar ahí filmando en la plaza o en las calles era algo cotidiano para la gente que vive allí. Y la fábrica queda en el pueblo mismo. Entonces, nuestro trabajo consistía en que nos acercáramos lo más posible con las cámaras, filmar las entradas y las salidas de los obreros y hacer algunas tomas generales. Nunca pudimos entrar a la fábrica.

–¿Creen que este caso es emblemático para analizar la relación entre grupos económicos y dictadura?

E. A.: –Por lo menos respecto de lo que los porteños llamamos el interior profundo, es el más emblemático de todos, porque además se está hablando de una suerte de protoempresa como caso testigo de la relación entre el poder económico y la dictadura. En dos planos: por la estrechez de las relaciones entre los grupos económicos más poderosos y el conjunto de las fuerzas represivas y por el valor de ejemplificación que tuvo a propósito de hacer desaparecer mediante una estrechez directamente física; porque una cosa es cuando se habla de Mercedes Benz o de Ford, por nombrar otros casos emblemáticos, en donde había buchoneo de delegados, comisiones internas literalmente desaparecidas en forma completa, pero en este caso se está hablando de que había una convivencia directamente física entre el ingenio y las fuerzas represivas. Es decir, la Gendarmería y el Ejército estaban instalados dentro de la fábrica. Yo no conozco que haya habido otro caso de este tipo.

–¿Y esa convivencia fue la que le otorgó el poder y la impunidad?

E. A.: –El poder venía desde siempre. El gobierno del pueblo era del ingenio. De hecho, el pueblo es Libertador General San Martín, no es Ledesma. Parece que eso es mucho más testimonial que cualquier otra cosa que pueda decirse. En todo caso, el golpe vino a ratificar la omnipresencia del ingenio. Pero no se puede decir que el ingenio aumentó su poderío a partir del golpe; en todo caso, se hizo más ostensible o quedó patentizado hasta dónde puede llegar el grado de impunidad.

–¿Qué significaba hablar de Blaquier cuando viajaron al pueblo a filmar el documental y qué significa ahora?

N. L.: –Habría que situarse ahí y en aquel momento también, pero el 70 u 80 por ciento de la gente del pueblo vive directa o indirectamente de la empresa. Entonces, en un punto se genera una relación de mucha dependencia. Y la empresa es allí como una figura paterna, sobre todo para las generaciones de Luis y de Olga, no quizá para las más jóvenes. El pueblo se formó en torno de la empresa y estaba la sensación de que había que pedirle permiso para todo. Y romper ese cerco era muy difícil.

–Y luego de ese colaboracionismo de la empresa con el régimen militar en el que los habitantes estaban como secuestrados por la dependencia laboral, ¿cambió algo ahora? ¿La gente goza de mayores libertades para hacerle frente al Ingenio y no temer por su trabajo?

E. A.: –Yo no volví a estar físicamente en Libertador General San Martín, pero todos los datos que me llegan, y si uno aprecia lo multitudinario de las marchas, por ejemplo, en la evocación de “La Noche del Apagón”, creo que, en muy buena medida, aquello ha sido vulnerado. Periodísticamente, no tanto. Yo me considero un tipo bastante actualizado respecto de las publicaciones de los medios del interior, incluyendo la provincia de Jujuy, y la verdad es que no tengo registro de que en los medios de la provincia el caso del juicio esté teniendo una relevancia muy destacada. Pero por la información que me llega, en el pueblo sí es más habitual hablar en voz alta de lo que sucedió.

–¿En la actualidad hay mayor interés social por conocer este tipo de documental que cuando lo hicieron, hace diez años?

P. M.: –Hoy hay muchos más canales para mostrarlo que los que nosotros teníamos en ese momento. Cuando se estrenó, la única posibilidad que teníamos era presentarlo en algunos sindicatos o en universidades a las que les interesaba la propuesta, también en cooperativas. Hoy hay muchos más canales de distribución para este tipo de películas. Que se haya pasado Sol de noche en Encuentro significó que la haya visto mucha más gente que sumadas todas las presentaciones que hicimos con el estreno.

N. L.: –Y el interés de ver qué relación hubo entre algunas empresas y la dictadura sí está mucho más en la agenda ahora que en aquel momento.

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