VIDEO › EDICIONES ESPECIALES EN DVD
El sello AVH está editando lo mejor de su catálogo, plagado de extras y curiosidades.
› Por Horacio Bernades
Es como tener en casa un archivo entero de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. O de la Cinemateca Francesa. O del National Film Institute. A eso equivalen las ediciones especiales que se han hecho costumbre, casi desde el nacimiento mismo del formato DVD. A cambio de un desembolso razonable, cualquier hijo de vecino puede sentarse frente al televisor y enterarse de cómo se hizo cualquier clásico de la historia del cine, de boca de especialistas indiscutidos o de los propios protagonistas. Bienvenido sea: no se trata de otra cosa que de la democratización instantánea de un saber que siempre fue coto exclusivo del siempre celoso cinéfilo.
Si bien no todas las editoras locales cultivan el rubro con pareja dedicación, a esta altura circula ya una cantidad apreciable de esta clase de ediciones, que en la mayoría de los casos se presentan en dos discos. El hecho de representar a tres productoras clásicas, de las más activas en este rubro (Warner, Paramount y Universal) es seguramente uno de los motivos por los cuales el sello AVH lleva claramente la delantera. Ediciones especiales (de lujo, en más de un caso) de clásicos como Casablanca, Lo que el viento se llevó, El Padrino, Erase una vez en el Oeste y Erase una vez en América son parte ya del anaquel de cualquier videoclub que se precie, y por suerte la tendencia parece acrecentarse. Así lo confirman tres títulos recién lanzados, todos ellos provistos de remarcables extras, provenientes de las arcas de Warner, Paramount y Universal. Se trata nada menos que de Psicosis, El mago de Oz y Un tranvía llamado deseo, tres de esas películas que componen el más preciado acervo cinematográfico universal.
Un documental de hora y media de duración es el corazón de los bonus que contiene la edición de Psicosis. Al documental se le suman un análisis específico de esa conquista cinematográfica que es la escena de la ducha, el extraordinario trailer original (una de las grandes perlas del rubro) y un detalle del storyboard, dibujado cuadro a cuadro por el genial Saul Bass. La presunta atribución que Mr. Bass se habría hecho de la dirección de la escena de la ducha es uno de los tópicos que se ventilan en el muy informativo documental adjunto. El guionista Joseph Stefano, la señora Janet Leigh, el asistente de dirección Hilton Green, el director de películas de terror Clive Barker, Joan Harrison (histórico brazo derecho de Hitchcock) y Patricia Hitchcock, hija de Sir Alfred y actriz de la película, prestan su testimonio en él.
Stefano refiere que en su primer encuentro el temible Mr. H lo sorprendió por su amabilidad y buena onda; Hilton Green da cuenta del modo insidiosamente indirecto con el que Hitch daba órdenes en el set; Mrs. Harrison narra cómo fue la primera lectura que el director hizo del pocket book de Robert Bloch en el que la película se basó; Barker evoca al personaje real en el que se inspiró el de Norman Bates; la vestuarista explica qué sentido moral tenía que Marion Crane usara corpiño blanco en una escena y negro en otra. Last but not least, esa dama llamada Janet Leigh admite que le llevó mucho, demasiado tiempo, volver a ducharse tranquila después de aquello. Bastante más deshechos en elogios protocolares son los testimonios que el respetado crítico Richard Schickel y los actores Karl Malden y Eli Walach (dos de los favoritos de Elia Kazan) prestan en la edición especial de Un tranvía llamado deseo. Que cuenta como perla con las pruebas de cámara tomadas a un muchachito de 23 años y sonrisa insolente, de nombre Marlon Brando. Una larga y justificatoria entrevista a Elia Kazan y un detalle de escenas censuradas son de destacar, dentro de la amplia masa de extras que completan la edición especial de este notorio exponente del teatro filmado.
Qué decir de la special edition de El mago de Oz, que contiene nada menos que seis documentales, más de tres horas en total. Es posible asistir a la lectura de la novela original (primera edición, 1903) a cargo de Angela Lansbury, así como al testimonio de uno de los liliputienses, todo un ancianito en el momento de la entrevista. Entre una cosa y otra, una Judy Garland rubia para una prueba previa al rodaje, el paso de cuatro directores distintos por la filmación, el relato de cómo los ejecutivos de la MGM estuvieron a punto de eliminar la mismísima Over the Rainbow. Y, faltaba más, la denuncia de acoso sexual por parte de varios de los enanitos, hecha en un programa de televisión por una Garland ya veterana y consumida, pero sumamente divertida. Parece que no llegó a mayores. “A mamá le encantaba inventar historias, aunque no fueran ciertas”, corrobora Liza Minnelli, que no es hija de ningún munchkin.
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