VIDEO › GAME CHANGE, TELEFILM DIRIGIDO POR JAY ROACH
Emitido ya por HBO y ganador de cuatro Emmy, recorre el ascenso y la derrota eleccionaria de Sarah Palin, candidata republicana a la vicepresidencia en 2008. Una derechista que parecía desconocerlo todo, especialmente en materia de política internacional.
› Por Horacio Bernades
Si hubiera que reducir a apenas un par de nombres la política estadounidense del último lustro, deberían ser los de Barack Obama y Sarah Palin. El líder demócrata y la dama de hierro republicana encarnan –guste o no, sea significativa o no tanto la oposición entre ambos– dos puntas del arco político del país de las barras y estrellas. Frente al progresismo –más simbólico que fáctico, hasta ahora– de Obama, el reaccionarismo de la ex gobernadora del estado de Alaska representa el puritanismo, conservadurismo y armamentismo de la América más rancia. Poco después de la elección presidencial de 2008, en la que Obama y Joe Biden triunfaron sobre la fórmula integrada por John McCain y la Sra. Palin, los periodistas John Heilemann y Mark Halperin publicaron un libro que contaba los entretelones de esa puja. De él, el guionista Danny Strong extrajo lo referido al ascenso y derrota eleccionaria de Palin. Emitido por HBO casi un año atrás y ganador de cuatro Emmy, el telefilm resultante con su título original, Game Change, se podrá ver aquí a partir de la semana próxima, editado por AVH.
Teniendo en cuenta que debe su fama a las sagas Austin Powers y La familia de mi novia, puede parecer raro que la dirección de Game Change haya recaído en Jay Roach. No es tan raro: poco tiempo atrás, Roach había dirigido (también para HBO, también con guión de Danny Strong) Recuento, un telefilm sobre el discutidísimo resultado eleccionario en el estado de Florida, que en 2000 le dio su dudoso primer triunfo a Bush Jr. Por quién vota Game Change –que salió al aire en plena campaña, marzo 2012– queda claro de entrada nomás, con la inclusión de un par de brillantes piezas oratorias de Obama. Una de ellas, frente a una masa de 200 mil personas, en Berlín. La cámara hace foco sobre los rostros de algunos de los presentes, que parecen estar en presencia de poco menos que el Mesías. Hasta los think tanks de su máximo rival, John McCain, quedan acojonados por la brillantez del oponente.
De allí el título: la expresión game change se refiere a un cambio de marcha, un salto de calidad, un “dar vuelta el tablero”. A esa conclusión llegan los asesores de McCain: hay que pegar duro para emparejar a Obama, y la única forma de hacerlo es hallar a alguien que tenga tanto carisma como él. Dando por sentado que McCain no lo tiene, se requiere poner a su lado a alguien que sí lo tenga. Y que revierta, de paso, el escaso voto femenino que acompaña desde siempre a los republicanos. El entero estado mayor de McCain se pone a mirar videos de sus “chicas”, dando con una que luce muy bien, tiene una oratoria convincente y venera a Ronald Reagan como otros a Perón, Lenin o Gandhi. Se llama Sarah Palin, apenas pasó los 40 y fue elegida gobernadora de Alaska con nada menos que el 80 por ciento de los votos. “Es una superestrella”, coinciden todos los miembros del staff, y van tras ella.
La llaman de urgencia al cuartel central del candidato, le preguntan si está dispuesta a dejar a un lado ciertas diferencias ideológicas (él no suele hablar de Dios, ni está en contra del aborto; ella es antievolucionista y antiabortista) y ante la respuesta positiva le hacen el ofrecimiento. Hay equipo. Pero cuando la Sra. Palin empiece a sanatear en entrevistas televisivas con los principales periodistas políticos, los asesores caerán en la cuenta de que se les olvidó indagar su formación teórica. La candidata resulta ignorarlo todo. Desde que no fue Saddam el que tiró abajo las Torres hasta el motivo por el cual hay dos Coreas, pasando por la Segunda Guerra Mundial en pleno y hasta el hecho de que su contraparte demócrata no se llama O’Biden sino sólo Biden. Habrá que darle un crash course en política e historia. Internacional, sobre todo: la señora vive con el ombligo en Alaska.
Con un Ed Harris igualito a John McCain, Julianne Moore directamente idéntica a Palin (hasta el punto de dejar la famosa imitación de Tina Fey como un borrador) y el siempre extraordinario Woody Harrelson como el jefe de estrategia de la campaña republicana, Game Change deja pensando sobre qué debe tener un político para triunfar hoy en día. Un político estadounidense, sobre todo. Pero no sólo ellos. ¿Se requiere alguna formación o basta con tener buena imagen? “Ojo que Palin perdió”, retrucará alguno. Basta ver las ovaciones que recibe la señora en su última presentación junto a McCain, o enterarse de la cifra de venta de los dos libros que publicó desde entonces, o del rating que tuvo su programa de televisión Sarah Palin’s Alaska –todo ello después de la derrota eleccionaria– para medir su capacidad de arrastre.
Ella solita decidió no presentarse en las últimas elecciones. Si no, tal vez otro gallo hubiera cantado. Habrá comprendido, por suerte para el mundo, que lo suyo es Alaska, no los Estados Unidos.
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