Domingo, 14 de diciembre de 2014 | Hoy
VIDEO › PREDESTINACION, DE LOS HERMANOS MICHAEL Y PETER SPIERIG
Ethan Hawke encarna a un agente al que envían desde el futuro hasta los años ’70 del siglo XX con la misión de “corregir” el pasado. La película es una versión del cuento “All of You, Zombies”, del autor de ciencia ficción Robert Heinlein.
Por Horacio Bernades
Considerado uno de los grandes autores de ciencia ficción, autor de una treintena de novelas y un número semejante de cuentos, el cine había producido hasta ahora apenas tres películas basadas en relatos de Robert Heinlein (1907-1988): Destination Moon (1950), The Puppetmasters (1994) y la más conocida de todas para el público contemporáneo, Starship Troopers/Invasión (1997). Para comienzos del año próximo se anuncia el estreno de la cuarta. Se trata de Predestination, versión del cuento “All of You, Zombies”, recopilado en la antología de relatos 6xH (1959). Poniendo patas arriba la política de lanzamiento internacional habitual, hay países en los que Predestination acaba de editarse en DVD, meses antes de su estreno en cines en los mercados más importantes. Es el caso de la Argentina, donde el sello Blu Shine la distribuye con el título literal de Predestinación.
Nueva pareja de hermanos directores después de los Coen, los Wachowski, los Quay y los Safdie, los gemelos Michael y Peter Spierig nacieron en Alemania y filman en Australia, país de adopción. Predestinación es su tercera película, después de dos de vampiros. La segunda fue la excéntrica Daybreakers, vampiros del día, estrenada aquí en 2010. Allí los vampiros eran, en un futuro próximo, la especie dominante y el establishment social, alzándose contra ellos un minúsculo grupo de resistentes humanos. La protagonizaba Ethan Hawke, que vuelve a hacer lo propio en Predestinación. Película de viajes en el tiempo, Hawke es aquí –como Wolverine en la última X-Men– un agente al que envían desde el futuro hasta los años ’70 del siglo XX con la misión de “corregir” el pasado.
La tarea de Hawke (a cuyo personaje se lo llama, tanto en el relato original como en los créditos finales, simplemente El Barman) consiste en impedir que un asesino de masas neoyorquino cometa el atentado que terminó con la vida de diez mil inocentes. Justo cuando el agente llega ante él, el tipo comete un pequeño descuido y la bomba le estalla en la cara, que resulta ser el rostro quemado de... Ethan Hawke. Primer “rulo” de una espiral temporal e identitaria cuya lógica responde más a las perspectivas de Escher o la cinta de Moebius que a la linealidad aristotélica, no hay espectador que no esté llamado a perderse en ella. El exceso de Heinlein no se reduce a esos laberintos del tiempo, la memoria y el olvido, sino a la desfachatez con que riza el rizo del folletín decimonónico. Esa es la veta más interesante de Predestinación.
El más retorcido melodrama ingresa a la película cuando un extraño entra a un bar. Hawke atiende la barra. O eso se supone, ya que como sabemos es en verdad una suerte de Eternauta del norte. Antes de que el espectador vea el rostro del desconocido, a su paso unos parroquianos musitan “freak” y se corren, no sin aprensión. Su rostro de cejas depiladas y nariz quirúrgica hacen pensar en Michael Jackson haciendo de Leo DiCaprio. Por grotesco que parezca, el extraño es portador de una gravedad reconcentrada, noble y dolida. Pide un trago muy fuerte, desafiando al barman, con voz grave y quebradiza, a apostar por la historia más extraña que haya oído en su vida. Hawke apuesta y va a perder. O tal vez gane: sabemos que algo quiere obtener del visitante.
La historia del desconocido –en la que no faltan abandonos, bullying, cambios de sexo ¡y entrenamientos para viajes espaciales!– tiene como punto culminante el encuentro con alguien con quien nadie se ha encontrado jamás. Ni se encontrará. “La Madre Soltera”, se llama a sí mismo el extraño. Predestinación sigue, mediante una serie de flashbacks, el hilo de su relato, que se remonta hasta su infancia de huérfano. O huérfana. Que la película de los hermanos Spierig no sea ridícula y abstrusa sino triste y tocante es mérito tanto de una puesta oscura, deliberadamente artificiosa y de aire espeso y decadente, como de los entresijos de una historia marcada, como el título indica, por la más irremisible fatalidad. Todo eso y la asombrosa actuación de la pelirroja y hasta aquí desconocida actriz australiana Sarah Snook, cuya intensidad total tiñe la película entera.
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