VIDEO › DOS JOYAS DE ROSSELLINI
El sello Epoca acaba de editar, en un mismo disco, dos films fundamentales del padre fundador del neorrealismo, Alemania, año cero (1947) y L’amore (1948), en los que Roberto Rossellini, más allá del movimiento que lo tuvo en su centro, confirma su talento para el melodrama.
› Por Horacio Bernades
“Cada escena, cada episodio, volverán a nuestra memoria no como una sucesión de planos y de encuadres (...) sino como una larga frase melódica (...), un solo trazo implacable que conduce a los seres hacia lo que éstos aún ignoran y que encierra en su trayectoria un universo vibrante y definitivo.” La descripción está tomada de Carta sobre Rossellini, célebre artículo de Jacques Rivette publicado en 1955 en la revista Cahiers du Cinéma. Aunque refiera al cine de Roberto Ro-ssellini en general, parecería tener en mente las dos películas que el realizador italiano filmó entre 1947 y 1948, una detrás de otra. Se trata de Alemania, año cero y L’amore, que el sello Epoca acaba de lanzar en DVD en Argentina, en doble edición de campanillas.
Rossellini venía de “inventar” el neorrealismo, con el doblete de Roma, ciudad abierta y Paisà, realizadas en 1945 y 1946. En ambos casos, el papá de Isabella filmó, en decorados naturales, historias que parecían arrancadas a la realidad. Sin embargo, un año después del estreno de Paisà decide viajar a Berlín para filmar una película fuera de su país, con lo cual derrumba un primer cliché: el que enseña que el neorrealismo fue fiel espejo de la realidad italiana. Esa película “extranjera” de Rossellini es Alemania, año cero. Que, aunque doblada al italiano, transcurre en el Berlín de posguerra y está actuada por actores de ese origen. Actores profesionales, para más datos. Con ese gesto contrarresta un segundo cliché: el que dice que las películas neorrealistas se hicieron con actores amateurs. Algo que no fue cierto ni siquiera en el caso de Roma, ciudad abierta, que tuvo por protagonista a la prima donna Anna Magnani.
Desde el propio título, Alemania, año cero plantea una relación ostensible con esa película fundacional. En ambas, la presencia de la ciudad, el país, el entorno, son determinantes. En Alemania, año cero, más incluso que en Roma, ciudad abierta. Si aquélla hablaba de una realidad anterior (los tiempos del fascismo, contados después de la liberación), la película “alemana” de Rossellini transcurre en una Berlín contemporánea al momento del rodaje. Una ciudad que es puras ruinas, y no sólo en sentido físico. A los 12 años, el protagonista, Edmund, parece un adulto. No sólo por su seriedad, sino porque debe trabajar de lo que sea para que él y su familia puedan sobrevivir, en medio de una economía que, dos años después del fin de la conflagración, para los vencidos sigue siendo de guerra. Gravemente enfermo, el padre de Edmund no puede moverse de la cama. Su hermano, ex soldado de la Wehrmacht, vive en la clandestinidad por miedo a ser detenido. Su hermana está a un paso de la prostitución. Hasta que el niño reencuentra por la calle a un ex maestro que, además de nazi, es pedófilo, con lo cual se inicia su verdadero calvario.
Que la idea del calvario era central para este cineasta católico, lo confirman los dos episodios que integran L’amore. “Dedicados al arte de Anna Magnani”, dice un cartel intercalado entre ambos, y es la Magnani quien protagoniza sendos calvarios femeninos, La voz humana y El milagro. Adaptación de la obra homónima de Jean Cocteau, al trabajar en un decorado artificial (el interior de un departamento) y no tener por protagonista a una mujer del pueblo, sino a una burguesa abandonada por el hombre que ama, La voz humana representa todo un escándalo para la rigidez del dogma neorrealista. Verdadero tour de force, tanto en términos actorales como de puesta en escena, la Magnani sufre y se atormenta ante el gigantesco fuera de campo que entraña, del otro lado de la línea, ese hombre en fuga.
Con guión de Fellini (que ya había participado de los de Roma, ciudad abierta y Paisà), en El milagro la diva romana es una crédula pastora, convencida de que el caminante que se aprovecha de ella (el propio Fellini) no es otro que San José. El hijo que lleva en su vientre sería, por lo tanto, el milagro del título. Objeto de burla y escarnio por parte de los aldeanos, Nanni no tardará en convertirse en versión femenina de Cristo, con una escupidera en lugar de la corona de espinas y ascendiendo la cuesta más alta. Como ya lo había anticipado la propia Roma, ciudad abierta y terminan de confirmarlo Alemania, año cero y L’amore, el melodrama será el terreno en el que el padre fundador del neorrealismo terminará afincando, confirmando que no se hallaba atado a ningún dogma.
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