VIDEO › “BUSQUEDA DESESPERADA”, DE DAVID MAMET, CON VAL KILMER
Para el director de Casa de juegos, el universo entero funciona como una conspiración, como un engaño o representación, idea que confirma su nueva película, lanzada directamente a DVD.
› Por Horacio Bernades
Tal vez por parecerles demasiado intelectuales para el consumidor de cine de género y demasiado “de acción” para un público intelectual, los distribuidores cinematográficos vienen reculando frente a lo último de David Mamet. Por más que se trate de un reputadísimo dramaturgo, guionista y realizador, las dos películas más recientes de quien escribió Los intocables y Mentiras que matan –y dirigió Casa de juegos y The Spanish Prisoner, entre otras– pasaron de largo de las salas locales y fueron a parar al video. Es lo que sucedió con Heist, película de robos que el sello AVH lanzó en 2003 con el título Un plan perfecto, y es lo que vuelve a ocurrir ahora con Spartan, que protagoniza Val Kilmer y en Estados Unidos se estrenó en 2004. Rebautizada como Búsqueda desesperada, en el mercado local la editó Leader Vision, con distribución de Emerald Video.
El cine de Mamet, que en sus comienzos se caracterizaba por lo cerebral (con la batalla de inteligencias de Casa de juegos como paradigma), en el curso del tiempo se fue poniendo muscular, como Ronin (de la cual escribió el guión), Heist y ahora Spartan lo confirman. Lo que se mantiene es la idea de que el universo entero funciona como una gigantesca conspiración, como un engaño o representación, de la cual el héroe (o heroína, en el caso de Casa de juegos) fatalmente terminará por enterarse, cayendo allí todas las certezas que hasta entonces lo sostenían. El héroe de Búsqueda desesperada, el espartano del título, es Robert Scott, curtido instructor de los servicios de seguridad, a quien en la secuencia inicial sus superiores convocan de urgencia (Kilmer, con el rostro algo alisado, pero en muy buen estado). Una red internacional de trata de blancas ha secuestrado a una adolescente para despacharla a un burdel de Dubai, sin saber que es la hija de una alta autoridad de la nación. De allí en más la cuestión es rescatarla, pero nada resultará de acuerdo con lo esperado: no hay película de Mamet que no esté regida por el secreto, la trampa y la mentira, y Spartan está lejos de ser la excepción.
Era inevitable que el cruce de esas dos obsesiones (la idea del secreto y la fascinación por los profesionales de la acción) llevara en algún momento a Mamet a meterse en el mundo de los servicios de inteligencia, y lo ha hecho por partida doble: inmediatamente después de Búsqueda desesperada escribió, produjo y hasta dirigió algún episodio de The Unit, serie de espionaje que desde el año pasado emite el canal Fox. “Sobrevivir es un juego de la mente”, dice en una de las primeras escenas el durísimo Scott, transparentando la filosofía del autor con uno de esos epigramas que a esta altura son marca registrada. Un juego mental es el que Búsqueda desesperada propone al espectador. O más bien impone, ya que la trama, tan tensamente atada (y narrada) como de costumbre, tiende a atrapar a quien se mete en ella, como una red de araña a la presa. Para esto resulta esencial el modo en que Mamet maneja la información (otra de sus obsesiones), sustrayendo un par de datos por cada uno que brinda. Quien se sienta desorientado no deberá acomplejarse: si algo busca el autor de Mentiras que matan es convertir al espectador en presa número uno de la red conspirativa, tal vez con la secreta intención de darle armas para sobrevivir en el mundo moderno.
Tal vez se le vaya la mano: son tantos los violentos barquinazos que da la trama (“agregarás un dato o personaje que cambie todo en cada escena”, parecería ser uno de los mandamientos de Mamet) que más de uno puede querer bajarse antes de tiempo. Lo otro que puede llegar a resultar molesto en Spartan es el culto de la testosterona, que presenta un mundo hecho de mandíbulas apretadas, músculos tensos, órdenes militares y decisiones ejecutivas. Para no hablar de esa red de prostitución internacional integrada por árabes. Aunque es verdad que a la larga, los malos terminan siendo... no, no debe decirse nada más: el sistema Mamet, para funcionar, debe mantener el secreto. Apenas un par de comentarios finales: 1) más allá de todo posible reparo y sin dejar de señalar que sobre el final la cosa se va poniendo cada vez más clase B, el de Búsqueda desesperada jamás deja de ser un relato atrapante y acerado; 2) el elenco ayuda enormemente, contando con William H. Macy –miembro estable de la troupe Mamet– y el gran Ed O’Neill, el de Casados con hijos.
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