Sáb 15.12.2007
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VIDEO › “MASTERS OF HORROR”

Viejos y nuevos héroes del miedo

De la 1ª temporada de la serie se verán episodios de Carpenter, Gordon y McKee.

› Por Horacio Bernades

La cosa empezó un par de meses atrás con la edición de los primeros tres títulos y continuará en los próximos meses, lanzando siempre de a varias por vez, hasta completar los trece unitarios que componen la primera temporada de la serie. Se trata de Masters of Horror, que en Estados Unidos salió al aire a partir de octubre de 2005 y cuya edición local en DVD tiene a su cargo el sello SBP. En diciembre les toca el turno a dos nombres mayores del terror y uno menor. Dicho esto tanto en términos de edad como de logros. Se trata de John Carpenter, Stuart Gordon y Lucky McKee, cuyos episodios de la primera temporada de Maestros del horror acaban de llegar a videoclubes. Se trata de Imágenes del horror, Tras las paredes y Metamorfosis, cuyos títulos originales son Cigarette Burns, H. P. Lovecraft’s Dreams in the Witch-House y Sick Girl. Ninguno de ellos muy parecido a los que la edición local les asigna.

Teniendo en cuenta que la última década no fue la más brillante de su producción, podría sonar a poco la afirmación de que Cigarette Burns es lo mejor que John Carpenter haya hecho de mediados de los ’90 para acá. No se trata de premios consuelo: con sus 58 minutos de duración, Imágenes del horror causa tanto miedo como ya pocas películas saben (o se animan a) hacerlo. Llama la atención que se trate de un guión ajeno: la de Cigarette Burns es una historia tan carpenteriana que hasta podría considerarse la segunda parte de un díptico abierto por En la boca del miedo. Si allí todo giraba alrededor de un libro que volvía locos a sus lectores, aquí se trata de una película cuyas contadas exhibiciones públicas terminaron, según cuenta la leyenda, con asesinatos en masa. Filmada por un oscuro cineasta centroeuropeo, el título de esa perla abyecta es La fin absolue du monde. Así, en francés, lengua de lo maudit.

Como en En la boca del miedo, la estructura de Imágenes del horror imita la de un film noir, con un perverso ricachón (quién mejor que Udo Kier, monstruo sagrado del gore) encargándole a un investigador el rastreo de un objeto quimérico, verdadero halcón maltés de la cinefilia dura. El objeto es, claro, La fin absolue du monde, una de cuyas copias habría sobrevivido a la abjuración universal. “Amo la violencia grotesca”, confiesa el autor de Noche de brujas en la entrevista que acompaña la edición (cada entrega de Maestros del horror trae, entre otros extras, una entrevista al realizador) e Imágenes del horror lo prueba, casi como ninguna otra de sus películas. Hay cuellos tronchados a machetazos (“un solo corte, en tiempo real”, dice un realizador de snuff movies, convirtiendo en crimen la teoría del cine), gente que para dejar de presenciar el horror se ciega a cuchillada limpia, un ángel de alas seccionadas por dos tajos certeros. Y, sobre todo, la prova de bravura, consistente en demostrar literalmente hasta qué punto la cinefilia es una pasión visceral. Como todo el mejor Carpenter, Cigarette Burns es densa, oscura y claustrofóbica.

Como el título lo indica, Dreams in the Witch-House representa una nueva incursión del veterano Stuart Gordon (el de Re-Animator y Edmond) en el mundo literario de Howard Phillips Lovecraft, sin duda su gran especialidad. “Lovecraft no creía en lo sobrenatural, sino en la especulación científica”, recuerda Gordon en la entrevista respectiva, y Tras las paredes no hace más que ratificarlo. El protagonista, estudiante de física, comprobará en carne propia la validez de su “teoría de las líneas”, verificando que ciertas angulaciones abren puertas a mundos paralelos. En su caso, al de una bruja, que tres siglos atrás habría vivido en el mismo edificio donde ahora lo hace él. Con este material, Gordon crea una vívida red de sueños y pesadillas, así como cierta iconografía grotesca (presidida por una rata de rostro humano) que honra los enrevesados experimentos anatómicos de sus mejores películas.

Fiel a sus obsesiones parece también Lucky McKee, que con 32 años y dos largometrajes está entre los más jóvenes del lote. Protagonizada por su actriz fetiche Angela Bettis, en Metamorfosis McKee vuelve a asociar (como en su ópera prima, May) lesbianismo y enfermedad, con una chica muuy rara que se enamora de otra, sufriendo entre las dos las picaduras de un insecto macho, que penetra y parasita a sus víctimas. Jugada también al grotesco, Metamorfosis no carece de gracia ni de morbidez. Tampoco carece del exceso actoral de Bettis, que compone a su extraño ser de un modo tan contracturado, que de sólo verla el espectador puede llegar a sufrir un molesto dolor muscular.

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