Los dos chicos que habitualmente se encargaban de distribuir el semanario recorrieron el pueblo desde temprano. En la portada del suplemento, arriba, con letras tamaño catástrofe, decía: NO ES UNA OVEJA, ES UN OVEJO. Vaya a saber por qué razón el editor había utilizado ovejo en lugar de carnero. Lo cierto es que el titular producía su efecto, sonaba contundente. Ocupando el resto de la página, una gran foto. Tomada desde abajo, la cámara colocada prácticamente entre las patas del animal, lo que la foto mostraba no dejaba dudas sobre ese asunto de ovejo en lugar de oveja. El resto del suplemento eran comentarios de las marchas organizadas por la señora Faustina, señalaba el apoyo de las diferentes asociaciones y sobre todo la multitudinaria presencia de las hinchadas de Nuevo Mundo y Deportivo del Oeste. Y más fotos. En una, además de verse en primer plano aquello que no dejaba dudas acerca del asunto ovejo en lugar de oveja, podía distinguirse al fondo, por debajo de la panza del animal, la casa del carpintero. Una notita al pie remarcaba la evidencia y agregaba: “Por si a alguien se le ocurre argumentar que la foto ha sido tomada en otro lugar, con otro animal”.

(...) Para algunos la noticia fue motivo de hilaridad. Para otros, de cierto estupor. Para otros más, de una vaga incomodidad, una nueva forma de repudio. Un repudio difícil de calificar. Acaba de filtrarse un matiz diferente en esta cuestión del carpintero y su relación con un animal. Y quizá también en las consecuencias. Vale decir, en lo que habían visto las chicas desde la ventana. Pero, ¿cuál era ese matiz? ¿En qué había cambiado el hecho? ¿Era más condenable que antes? Lo que sí pareció evidente fue que después de las fotos el caso del carpintero crecía en dimensión y comenzaba a despertar interés aun en aquellos que se habían mantenido indiferentes.

* Fragmento de Sacrificios en días santos (Sudamericana).