Los tabloides británicos son tan impiadosos con la vida privada de los artistas que, en comparación, los chimenteros argentinos parecen tipos con buena onda. Y Joss Stone es un blanco asiduo para los periódicos sensacionalistas: primero le cayeron encima cuando se fue a vivir con un hombre nueve años mayor que ella (que entonces tenía 16), pero después le pegaron hasta por su acento, mezcla del inglés y el norteamericano. “No les presto atención a esas boludeces”, dice la cantante, sin perder el humor. “Ya sé que me castigan todo el tiempo, gracias por recordármelo (risas). Creo que inventan porque no tienen nada que decir de mí: no soy alcohólica, no me drogo, no maltrato a la gente y no soy una diva, por más que ellos digan que sí. Para ser honesta, ¡creo que los aburro! Imagine si escribieran: ‘Joss entró al lugar donde iba a tocar, durmió un rato, tomó un té, subió al escenario, cantó, se tomó una cerveza después del show, se fue a dormir’. ¡Un embole total! Entonces escriben: ‘Joss insiste en hablar con acento norteamericano’ o ‘Joss le tiró una taza de té a su asistente’. Cuando lo leo, pienso: ‘¿En serio pasó todo eso? ¡Qué lástima no haber estado ahí!’”