Domingo, 29 de junio de 2008 | Hoy
¿Cómo definiría el arte de polemizar?
–La polémica es una de las armas de la razón. Escuchar los argumentos del otro, tratar de interpretarlos para enfrentarlos con otros argumentos. Fundamental para llegar, en lo posible, a una síntesis. Sin aceptar por cierto algo que eluda a la ética. Siempre, luego de una polémica entre dos partes, queda alguna conclusión positiva para el tercero que lee, escucha y contesta, aunque sea para sí mismo. Se aprende, por lo menos eso me pasa a mí. Es una búsqueda más, y toda búsqueda significa un hallazgo, aunque pueda ser menor o frustrante.
–¿Quiénes fueron sus maestros y cómo aprendió a polemizar?
–Toda la historia de la filosofía es en sí una polémica con lo existente para encontrar un nuevo camino, una explicación tal vez para lo inexplicable. ¿Pero sabe usted dónde aprendí a discutir, a veces conmigo mismo? Leyendo desde chico las cartas de lectores de los diarios. Las leía y cuando no sabía quién podría tener razón le preguntaba a mi padre, que siempre me aconsejaba o me daba de leer algún libro donde podía encontrar respuesta. La carta del lector puede ser un trazo de sabiduría popular o una expresión de los prejuicios de una sociedad. Después, como estudiante, en la Universidad de Hamburgo asistí siempre a las discusiones de temas de cómo fue posible el nazismo en Alemania, sobre Auschwitz, las guerras, el intelectual como revolucionario, Dios y el mundo, por ejemplo. Quien más me atraía era, como polemista, Willy Brandt, que años después llegó a ser primer ministro. Otro, sin duda que me atrajo fue Sartre, en sus polémicas con Gavi y Victor Pierre, y Rudi Dutschke, el joven luchador del ’68. La polémica que más me gustó fue cuando Agustín Tosco, en televisión, lo derrotó a José Rucci en una discusión de más de una hora.
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