En La trup sin fin desfilan más personajes que actores. Los tres protagonistas principales –Omar Caliccio, Alejandra Radano y Diego Reinhold– deben cambiar su vestuario, sus sentimientos y hasta su forma de moverse para representar varios roles y seis historias. “La verdad que es muy bueno enfrentar el desafío de hacer tantas figuras, especialmente si tenemos en cuenta quiénes son. A mí me toca personificar a Gepetto, el Príncipe Azul, Brutus y Oliver, de El Gordo y el Flaco, que son símbolos de nuestra infancia. Es un poco cansador”, comenta Calicchio. “Además de las exigencias de cantar, bailar y actuar en vivo, tenemos que cambiarnos varias veces la ropa, adoptar las características físicas de cada personaje y asumir su objetivo y su situación. Espero que se vea el esfuerzo, porque trabajar así es muy vertiginoso pero también placentero”, cierra.

A Alejandra Radano le tocan los papeles femeninos principales. “En total hay seis cuadros y en cada uno de ellos tenemos un rol que cumplir. Con el libro, la música y las consignas de Hugo empezamos a dar forma a los personajes, que ya tienen sus propios rasgos porque son figuras arquetípicas de la literatura y el cine. Igualmente tratamos de darles un toque personal y una impronta a partir del lenguaje del director. Yo tuve una infancia muy rica, con muchos cuentos y material, por lo que pude obtener bastantes ideas de mis propios recuerdos”.

Calicchio comenta que la primera vez que tuvo que componer un rol que todos conocían fue en 1997, cuando participó en Stan y Oliver, el espectáculo de Midón basado en el famoso dúo artístico de El Gordo y el Flaco. “En ese momento también hubo un trabajo muy duro de investigación ya que tuvimos que ver todas las películas y estudiar la historia pero, como siempre, esto no se hace con el objetivo de copiar un simple gesto, sino para comprender los sentimientos de aquellos a los que uno personifica.”