LITERATURA
Andan otro trecho callados. Aráoz evocando su visita a media docena de ancianos ariscos y Lépori, tal vez, tratando de imaginársela.
–Parece mentira, ¿no? Un club que llegó a jugar en Primera A.
La voz del viejo ha sonado entristecida, y Aráoz se pregunta si existirá allí una brecha como para tratar de asaltarle los recuerdos. Los propios y los de Perlassi. Pero teme que vuelva a alzar la guardia y prefiere seguir con el relato.
–Samaritano me dijo que con la plata de la coima Perlassi se había vuelto a su pueblo y se había comprado una estación de servicio de la gran flauta.
–¡Ja! ¡Me estás jodiendo...!
–¡No, en serio! Me dijo eso.
–¡Qué hijo de...!
Aráoz decide que ése es un buen momento para preguntar, o por lo menos es menos malo que los anteriores.
–¿A usted le parece que Perlassi, si usted le explica, podría aceptar hablar conmigo? Un rato, aunque fuera...
El viejo alza las cejas y se muerde el labio inferior.
–¿Y para qué? ¿No te basta con lo que te dijeron en Buenos Aires? ¿Con eso que te ha dicho Samaritano?
–No. No me cierra.
–“No te cierra.” ¿Y por qué?
–Porque Perlassi había jugado en varios clubes grandes de la A, con varios pases... jugó en Colombia... tiene que haber juntado plata de antes. No me parece que se fuera a ensuciar por unos mangos.
–¿No te parece... o no querés que te parezca?
–¿Por qué no me lo dice usted? No me joda, Lépori, usted tiene que saber lo que pasó.
* Fragmento de Aráoz y la verdad (Alfaguara).
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