CINE › MIKEL OLACIREGUI, DIRECTOR DEL FESTIVAL
Mikel Olaciregui (San Sebastián, 1956) hará hoy por octava vez el paseo por una alfombra fucsia –“me han dicho que diga mejor rosa capote”–, y no roja, como director del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Y lo hará, sonriente como siempre, acompañado por Antonio Banderas, Javier Bardem y Woody Allen, entre otros. Su satisfacción por el nivel de invitados y estrellas que visitarán durante 10 días la capital donostiarra se une al de la selección de películas, 70 de unas 1600 visionadas. Porque, como recuerda machaconamente Olaciregui, “sin glamour se puede realizar un festival, pero no sin un buen cine. Hasta cinco veces hemos intentado conceder el Premio Donostia a Meryl Streep. Unos años por problemas familiares y otros por asuntos profesionales, el caso es que hasta este año no lo hemos conseguido”. Menos les costó el otro Premio Donostia para Antonio Banderas. “Era casi una obligación. Es el reconocimiento a una persona que no se conformó y se arriesgó, y con ello ha abierto un camino en Hollywood a otros actores españoles.”
Se lo ve contento. Aunque es verdad que también ayuda el plato de hongos que puso sobre la mesa Amaya, del restaurante Gambara, una de las más famosas barras de pinchos de la ciudad. Ha perdido bastantes kilos desde el año pasado –“lo necesitaba”– e intentará no recuperarlos durante esta 56ª edición. Tarea nada fácil. “Intento cuidarme, pero son 10 días muy intensos, en los que todo pasa a una velocidad vertiginosa. Hoy, al menos, hemos comido ligero”, se consuela.
Recuerda su estreno como director, en el año 2001, justo una semana después de los atentados del 11-S. “Pensé que se iba todo al garete, pero luego reflexioné y me dije que cómo podía pensar en eso después de la tragedia de miles de personas.” Un festival de cine es una caja de sorpresas. No sólo puede verse afectado por atentados como el del 11-S, también por la climatología, por el saber estar de las estrellas –“las 24 horas que Richard Gere estuvo el año pasado cambiaron el color del festival porque se supo ganar al público, al contrario que hace años Robert DeNiro, quien no consiguió transmitir simpatía y buen hacer”–, pero, sobre todo, por el nivel de cine. Olaciregui busca una oferta variada, que vaya desde el cine de autor, con directores de referencia, hasta los últimos éxitos del cine comercial. Pero tiene otro empeño: que el certamen de San Sebastián se sienta cercano, que agrade a un amplio abanico de periodistas y críticos, “que no se haga todo a golpe de seguridad, como ocurre con Cannes, el más grande de todos los certámenes pero también el que se vive con mayor locura”.
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