Lun 03.11.2008
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LITERATURA › OPINIóN

Silencio de lo amado

› Por Eduardo Mileo *

El silencio está poblado de palabras. La materia está poblada de vacío. La vida es una lucha entre el ser y la nada. ¿Pero qué es la muerte? ¿Con qué silencio se la nombra? ¿Con qué cuerpo se la espera?

Un hombre que ha luchado toda su vida contra la injusticia, que ha defendido la suerte de los necesitados porque entendió que la vida es una construcción social, que se ha emocionado con sus compañeros, que ha bromeado con ellos; un hombre que les ha puesto el cuerpo a sus palabras, muere. Desde el color de su rosa blindada, donde hizo hablar a Gelman, a González Tuñón y a tantos otros, un hombre que ha sembrado de libros el camino, muere.

Van a quedar de él sus ediciones, la elocuencia de sus conquistas culturales, el brazo en alto de su ideal comunista, las hilarantes anécdotas de su espíritu porteño; en fin, su recuerdo en la memoria de sus hermanos. Para que “descansen en paz los compañeros / bajo una tierra sembrada de sal, / sobre la cual comenzamos a pelear contra el olvido”, un hombre toma la palabra y la empuña como un arma. Un hombre, cualquiera, levanta la bandera de sus versos y, llegado el momento, está dispuesto a morir por ella. Desde el calor de su rosa blindada, como dijo Teresa de Avila, un hombre vive porque muere. Se levanta de su sombra porque continúa en sus hijos, en sus amigos, en los hermanos que supo conseguir, en su interminable obra editorial, con la que ha dado voz a la poesía.

¿Es el silencio de lo amado lo que nos hace hablar? Ha muerto José Luis Mangieri.

* Poeta, coeditor de Ediciones en Danza, secretario general de la SEA.

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