CINE › ROBERT RODRíGUEZ Y GRINDHOUSE, EL PROYECTO CON QUENTIN TARANTINO
El director cuenta cómo nació el combo de películas que busca homenajear y reproducir aquellos dobles o triples programas en salas aquí conocidas como piojeras. “Con zombies y tipos duros no alcanzaba, eso ya estaba visto”, sostiene.
› Por Gilbert Adams
Grindhouse es el nombre que, allá por los años ’70 y ’80, se les daba, en Estados Unidos, a lo que en Argentina, para la misma época, solían llamarse “piojeras”: salas de barrio, de butacas crujientes (eso quiere decir grind), mal olor, público exclusivamente masculino y doble (o triple) programa ad hoc. En esas salas, por una entrada muy barata, se veían películas berretas (spaghetti westerns, films de destripe, blaxploitation movies, esas cosas), en condiciones ídem. Chiflidos, pataleos y diálogos en alta voz con la pantalla convivían con copias destartaladas, llenas de rayas, raramente completas. Esa y no otra es la experiencia cinematográfica que Quentin Tarantino y Robert Rodríguez (compinches cinematográficos desde hace más de diez años, cuando filmaron a dúo Del crepúsculo al amanecer) se propusieron duplicar con el proyecto Grindhouse, dos películas a precio de una.
Si bien en Argentina se estrenan por separado, el proyecto, tal como se conoció originalmente en Estados Unidos, consiste en un programa doble, integrado por dos películas de terror, que homenajean a la clase de films de explotación que solían verse en las salas grindhouse. Filmadas en un digital trabajado “al revés” (en lugar de imágenes impecables, lo que se busca es reproducir marcas en el celuloide, cortes y quemaduras), la de Robert Rodríguez es Planet Terror, una de zombies purulentos, en la que el creador de El mariachi y Spy Kids volvió a hacerse cargo prácticamente de todo: desde la escritura a la dirección, pasando por la producción, la cámara, la música, la edición... ¡y hasta el catering, según figura en créditos! Tarantino aportó, a su turno, Death Proof, donde el gran Kurt Russell asuela las rutas, entre carreras de autos y chicas asesinadas (su estreno local se promete para dentro de unos meses).
En la entrevista que sigue, y mientras avanza con la preproducción de la segunda y tercera parte de Sin City/La ciudad del pecado, Rodríguez explica el origen del proyecto, las diferencias entre las distintas versiones, el trabajo en colaboración con su amigo QT y el gusto de ambos por las películas berretas. A la vez, el cineasta tex mex expone los extraños procesos mentales que lo llevaron a plantarle una ametralladora en la pierna a su heroína, antes de cortar amarras y echarla a volar.
–¿Cómo surgió la idea de homenajear al cine grindhouse?
–Por una cuestión de edad (nací en 1968) yo no llegué a conocer esas salas, que cerraron a comienzos o mediados de los ’80. Pero Quentin nació unos años antes que yo y llegó a tiempo para conocerlas, en su adolescencia. Quentin tiene montada una sala de cine en su casa, y durante un tiempo me hizo ver allí un montón de programas dobles o triples, de la clase de películas que aquellas salas exhibían. Ya antes de filmar Sin City yo venía jugando con la idea de filmar algún día un programa doble, a la manera de aquéllos de los ’60 o ’70. Así que le propuse hacerlo, filmando cada uno una película. A Quentin le pareció bárbaro y sugirió ponerle Grindhouse al proyecto.
–En el estreno estadounidense, parte del programa doble eran unos trailers de películas inexistentes, que copian las “colas” de la época.
–Exacto. Los filmamos nosotros mismos.
–Lamentablemente, esas “colas” se perdieron, cuando las películas se estrenaron por separado.
–Sí, es lamentable, porque esos trailers eran parte de la experiencia.
–¿Por qué las películas se estrenaron juntas en Estados Unidos y separadas en otros territorios?
–Es que no en todas partes existe esta tradición del programa doble, así que en Europa y otros territorios decidieron estrenarlas separadas. Y bueno, si quieren pagar dos en lugar de una, allá ellos... (risas) Por suerte, no hubo que rellenar para llegar a las versiones separadas. El proceso fue al revés: habíamos tenido que sacarles minutos para que la versión doble no se hiciera tan larga. Así que en ambos casos había buen material para llegar a versiones más largas.
–¿Qué diferencia hay entre el corte “largo” de Planet Terror y el del doble programa?
–El del programa doble dura unos 80/85 minutos, y la copia para exhibirse sola, 105. Con Quentin habíamos decidido que ninguna de las películas del doble programa debía durar más de hora y media, para no cansar al espectador. En el caso de él, la versión larga llega casi a las dos horas.
–¿De quién fue la idea de reproducir las rayas, cortes y quemaduras que aquellas copias solían tener?
–Esa idea fue mía. Como lo que queríamos era reproducir para el espectador contemporáneo la experiencia de ver cine en aquellas salas, las copias debían ser parte del asunto. Lo mismo que las “colas” a la vieja usanza. Yo ya había filmado en digital, y quería demostrar que ese formato no tenía por qué lucir limpito y prolijo, que también podía verse como el culo. Así que ésta era mi oportunidad... (risas).
–¿Cuál fue la participación tuya y de Tarantino en la película del otro?
–Yo le sugerí a Quentin el título para su película, él hizo un poco de cámara en la mía y me pidió que editara la última escena de Death Proof, que había filmado “estilo Robert Rodríguez”. O sea muy rápido, porque se le iba el sol. También lo ayudé con la música. Por lo demás, cada uno se abocó a lo suyo. Las filmamos en el mismo pueblito y más o menos al mismo tiempo. Igual, no teníamos mucha idea de qué era lo que el otro estaba haciendo. Quentin vino al set una noche, para ver qué era lo que yo estaba filmando, y se encontró con que el malo era Bruce Willis. Yo no le había dicho nada...
–Pero además Tarantino hace un papel en Planet Terror.
–Sí, le di el papel más desagradable de todos (risas).
–¿En base a qué criterios eligieron qué película iba primera y cuál segunda?
–Los dos coincidimos en que fuera primero mi película y después la de Quentin. Nos parecía bueno empezar primero con Planet Terror, porque es más rápida, y eso permite que los espectadores se queden con ganas de ver otra. Death Proof es más charlada, como suelen ser las películas de Quentin.
–¿En qué época transcurre Planet Terror? Se supone que es una película de los ’70 u ’80, pero los personajes se mandan mensajes de texto y todo remite a la guerra de Irak...
–La idea era filmar una película de época contemporánea, al estilo de las películas de género de los ’70 u ’80. Nunca la pensé como película de época...
–Hay mucho de John Carpenter en Planet Terror, ¿no?
–Siempre pensé a Planet Terror como la película de zombies que Carpenter habría filmado entre Fuga de Nueva York y El enigma de otro mundo. Quería que se percibiera como si hubiera sido filmada en ese momento. Comienzos de los ’80, más o menos.
–En términos de cine gore, en Planet Terror usted levanta la apuesta todo el tiempo, como si quisiera ver hasta dónde se puede llegar.
–Traté de hacer cosas que no se hubieran visto antes, que es lo que suelo proponerme en todas mis películas. En cuanto al gore, es un elemento esencial en el cine de zombies, desde La noche de los muertos vivos en adelante. Al fin y al cabo es gente que come cerebros, ¿no? Por otra parte, todas aquellas películas del cine grindhouse siempre se extralimitaban en el terreno del sexo y la violencia. Era muy común que frente a una de esas películas uno no pudiera creer lo que estaba viendo. Esa fue la meta que me fijé: que el público no pudiera creer lo que veía.
–Su hijo, Rebel, hace un papel en la película.
–Sí. Se asustó un poco cuando vio a los zombies, el primer día de rodaje. Ahí le mostré que eran de goma, y entonces me dijo que los efectos eran una berretada... (risas).
–¿Y la idea de la pierna ortopédica con ametralladora incluida, de dónde la sacó?
–Fue más que nada porque necesitaba algo icónicamente fuerte para las “colas” y los afiches. Las películas grindhouse siempre tenían algo así, porque había que venderlas. Yo me encontré frente a la paradoja de que tenía un trailer (el de Machete) que estaba buenísimo, pero no tenía un buen trailer para mi película... Con zombies y tipos duros no alcanzaba, eso ya estaba visto. Originalmente, la protagonista usaba una pata de palo, así que ahí tenía algo para mostrar. Pero no era suficiente, y entonces se me ocurrió la idea de hacerla disparar con tres armas al mismo tiempo: una en cada mano y la otra en la pierna. Eso sí que no se había visto antes. Después se me fue ocurriendo el resto: que la ametralladora tuviera un lanzagranadas, que la chica saliera volando...
Traducción, introducción y adaptación: Horacio Bernades.
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