Martes, 17 de febrero de 2009 | Hoy
CINE › LA PELíCULA GENERA MáS VENTAS DE TICKETS Y TRANSMISIONES TELEVISIVAS
Por Guy Adams *
Desde Los Angeles
Primero resucitó la carrera de Mickey Rourke. Después Rourke y su coestrella, Marisa Tomei, recibieron nominaciones al Oscar. Ahora, El luchador está revirtiendo la fortuna de otra institución norteamericana que vio sus mejores días en los ’80: la lucha profesional. El exitoso film en el que Rourke personifica a Randy “The Ram” Robinson, un luchador en decadencia, ha reavivado el interés del público en la práctica de los hombres musculosos en pantalones de spandex que pretenden lanzar al contrincante al otro lado del ring. Según el sitio de ventas Viagogo, desde el estreno de El luchador las ventas de tickets se dispararon, aumentando las cifras del pay-per-view y llevando los precios de los mejores asientos junto al ring a cerca de 300 dólares.
El resurgimiento del interés es como un salvavidas para el circuito de este “deporte”, en el que cientos de luchadores (la mayoría part-time) actúan frente a audiencias menores en escenarios de pequeñas localidades de Estados Unidos. “Cada vez que el circuito recibe atención especial, lo veo como un soplo de aire fresco para nosotros”, dice Marc Letzmann, de Pro Wrestling Guerrilla, que promueve eventos en California del Sur. “Este film no es diferente. En nuestro nivel del juego no estamos muy a la vista, la gente tiene que buscarnos un poco. Con lo que la nominación de Mickey Rourke o cualquier cosa que dirija la atención hacia nosotros sólo puede atraer nuevos fans.” Para Letzmann, que pelea bajo el nombre de Excalibur, el film de regreso de Rourke llegó en un momento crítico para la “lucha profesional”, el nombre que se dio a esta mezcla de deporte, pantomima y performance. Desde su época de oro, en la era de Hulk Hogan y “Macho Man” Randy Savage, su trascendencia se fue evaporando. Muchos locales recuerdan hoy al brutal, paródico mundo de El luchador.
“He hecho shows en los que la paga era básicamente un taco y una lata de Coca”, dice Letzmann. “El film es deprimentemente realista. De hecho, algunas escenas son tan fieles a la realidad que me hicieron sentir incómodo. Una muestra el evento de encuentro con los fans, cuando uno de los luchadores que está firmando autógrafos tiene una bolsa de colostomía. Esa clase de cosas realmente sucede.” El film, dirigido por Darren Aronofsky a un costo de 6 millones de dólares, levantó olas en el circuito de festivales antes de ser elegido por Fox Searchlight para su distribución. Desde entonces, y aunque fue exhibida en un limitado número de salas, consiguió 14 millones en la taquilla. Su retrato del deporte está lejos de ser rosa: Robinson se inyecta esteroides, tiene problemas cardíacos y una vida personal miserable y se define a sí mismo como “un viejo y destrozado pedazo de carne”. Pero obtuvo buenos comentarios en el mundo del wrestling. Quizás el mayor premio para Rourke haya sido el de la semana pasada, con la invitación a aparecer en el escenario (pero no para pelear) en la próxima Wrestlemanía organizada por la WWE, la mayor franquicia de la lucha.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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