TEATRO
Dice Amelia: “Eramos dos cantantes de cabaret compartiendo nuestra pasión por el tango. Y una pasión lleva a otra pasión. Ese es el problema del arte. Construye universos y uno termina creyendo que es la única realidad posible. Lo demás le molesta. Entonces uno quiere eliminar todo aquello que se le oponga a sus fines. Quiere borrar toda cotidianidad, quiere vivir en los sueños. Quiere ser un artista pleno. ¿Existe algo más puro que el amor prohibido? Es el amor que surge a pesar de todo y en contra de todas las conveniencias. No especula, no mide. Solamente desea. Darle espacio o no es el gran conflicto del hombre. Y cuando uno decide darle espacio, quiere vivir nada más que eso. Esa plenitud espiritual que antes encontró en forma incompleta en el arte, en la religión, en los hijos. Quiere perderse en ese universo lejos de lo mundano, de las conveniencias. El amor puro y el arte. No nos dimos cuenta de que el hombre enamorado degenera su percepción de la realidad. Degenera nuestra propia imagen. Y el amor persiste, pero degenerado. Ya no es el amor puro sino el que pagó un precio alto para ser. Es un amor degenerado. Hoy somos monstruos”.
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