Diego Romay tiene un sueño bastante ambicioso: que sus obras lleguen a Broadway y que le disputen a las de Cameron Mackintosh algún premio Tony. El está seguro de que está listo para la competencia más cruda del campo teatral, en donde se ha visto hasta lo más inverosímil: helicópteros aterrizando en escena, lagos artificiales recreados con cientos de máquinas de humo. Pero también voces como las de July Andrews, Chita Rivera, Bebe Neuwirth y tantas otras. O centenares de personas afinando en coros imponentes, de ésos que ponen la piel de gallina. O filas enteras de bailarines haciendo sonar sus chapitas y moviéndose con inigualable exactitud a pesar de la velocidad, como si se tratara de un juego de espejos en abismo. Eso sin nombrar a las melodías de compositores de la talla de Stephen Sondheim, Tim Rice, Leonard Bernstein o Jonathan Larson. Lo cierto es que el productor de la dinastía Romay no le teme al monstruo que es Broadway. Tanguera –su primera producción– se estrenará en octubre en el New York City Center, donde podrá verse por tres semanas. Mientras tanto, Nativo ya tiene planes para 2012, cuando viajará a un festival de danza de Moscú. “Mis obras están recorriendo un camino internacional, el cual también seguirá Caravan”, asegura Romay. “Pudimos enseñarle al público internacional que tenemos una propuesta que puede competir y que no tiene que envidiarle nada a la producción norteamericana.”

Las giras no son una posibilidad secundaria, sino el objetivo primario de esta nueva etapa de la producción Romay: “Mi mercado de prueba, mi laboratorio, es la Argentina. Acá testeo el producto, lo ajusto, lo termino de cerrar, le agrego números si hace falta, y cuando lo tengo bien consolidado invito a los productores internacionales para que lo vean o lo llevo al teatro Alcalá de Madrid que pertenece a nuestra familia2, dice. De este modo, Romay empieza a configurar su empresa al modo norteamericano. Su estrategia es la misma que la de los principales productores foráneos, que llevan sus obras en tour por el interior de los Estados Unidos por varios meses antes de las opening nights en Broadway. Nada se presenta en los escenarios más importantes del mundo hasta que se realizan todas las pruebas de mercado y se ajusta el producto, como si se tratara de cualquier otro objeto de consumo. “Soy un ferviente defensor de la creatividad argentina –asegura Romay–, creo que hay muchos talentos, gente muy bien formada y que no tenemos nada que envidiarle a los de afuera. Salvo una cosa: la capacidad de trabajar en equipo. El talento está, el problema es cómo se administra. Eso a nosotros todavía nos cuesta, yo siempre estoy batallando para que todos tiremos para el mismo lado.”