Dos textos andan circulando por estos días en Internet. “Este panfleto de la Santa Iglesia militante es una suerte de desagravio a Rosas con argumentos en los que ni siquiera discuten con el progresismo o con la revolución francesa –dice el escritor, agitando un puñado de páginas impresas tituladas El porno cipayismo de Federico Andahazi, escritas por Antonio Caponnetto–. Estos tipos son medievales, proclaman Tierra Santa ni judía ni musulmana; ésa es la discusión que sostienen. Antonio Caponnetto, que firma este panfleto, es el mismo que organizó los destrozos a la muestra de León Ferrari.” Caponnetto, después de señalar que la pluma “meteca” del escritor “conserva intacta la capacidad sacrílega”, rechaza la comparación entre Rosas y “el execrable Josef Fritzl, aquel degenerado incestuoso y homicida de Austria, condenado recientemente tras conocerse los pormenores de sus inenarrables perversiones”. Plantea que la relación entre Rosas y Eugenia Castro “fue consciente, voluntaria y consentida”, que “podrá calificársela con todo derecho de pecaminosa, pero no de macabra, incestuosa, sanguinaria y sepulta bajo la tierra” porque “ningún vínculo sanguíneo, familiar o parental unía al Restaurador con la joven”.

El otro texto es una carta de lectores de Jorge Bernal, presidente el Instituto Belgraniano del Chaco, publicada el miércoles 27 de mayo en el diario Norte de Resistencia. “El chisme, el rumor, las habladurías, son los parámetros de Andahazi en su libro –subraya Bernal–. Encima enredos con un muerto. ¡Qué muerto! Justo a quien más custodiamos. De quien somos guardianes de su pasado. Porque lo respetamos y queremos. En una tercera vida Belgrano se encuentra con Andahazi y le pregunta: ‘Federico, dígame el color de mis ojos’. ‘Castaños oscuros, mi general’. ‘¿Algo más quiere agregar?’ ‘Nada más, mi general’. En esa época existían varias formas de fusilamiento. Entre ellas la de pecho, de espalda y de medio lateral. La primera del honor, la segunda de la traición y la tercera del ultraje.”