Jueves, 4 de junio de 2009 | Hoy
CINE › UNA SUERTE DE AUTORRETRATO NO DECLARADO
Con un guión a la medida de su protagonista, Claude Chabrol propone un policial que atraviesa con bisturí a la pequeña burguesía de provincia, pero con una connotación abstracta.
Por Luciano Monteagudo
Bellamy, la nueva película de Claude Chabrol –que acaba de celebrar medio siglo de cine, desde que debutó en 1958 con El bello Sergio– es una de las mejores que el director ha hecho en los últimos años, lo que no es decir poco considerando que en la última década entregó títulos como Gracias por el chocolate, La flor del mal, La dama de honor y La comedia del poder. Aquí en Bellamy, Chabrol se dio el gusto de escribir un guión a la medida de un actor con quien siempre había querido trabajar y que, hasta ahora, le había sido esquivo: el gran Gérard Depardieu.
Que Depardieu, actor chabroliano por naturaleza, venga al fin, después de tanto tiempo, a funcionar ahora como una suerte de alter ego del propio Chabrol (ver entrevista), como si el director se hubiera colocado por una vez en personaje, no deja de ser una novedad que va más allá de la mera boutade entre amigos. El dato resignifica a Bellamy como una suerte de autorretrato no declarado, el discretísimo, casi secreto ingreso de un cineasta clásico (el más clásico de la nouvelle vague) en el cine moderno.
A su vez, tal y como está hoy Depardieu –grueso, inmenso como un oso, con los hombros caídos, el paso lento y la mirada cansada pero tierna–, Chabrol no pudo sino inspirarse en el personaje más célebre de uno de sus autores predilectos y más afines, Georges Simenon, de quien el director ya había abordado –como nadie, por cierto– varios textos, pero nunca uno protagonizado por su personaje más famoso. Pero en lugar de adaptar una de las muchas novelas del inefable Inspector Maigret, Chabrol armó su propio policial, que transcurre irónicamente en pantuflas, de entrecasa, como le gusta trabajar al propio Chabrol.
Sucede que el inspector está de vacaciones con su mujer (la estupenda Marie Bunuel, quien ya salía en el film anterior de Chabrol, Una mujer cortada en dos) en una vieja casona familiar de una ciudad de provincia, a la que le llega un caso criminal, que por supuesto no puede dejar de ignorar. El propio acusado (Jacques Gamblin), prófugo de la Justicia por un crimen misterioso y esquivo, es quien se acerca para pedirle su ayuda, y Bellamy pondrá manos a la obra con la sabia colaboración de su esposa, que es su centro emocional y moral. Que el mismo Gamblin interprete a su vez a otros dos personajes no deja de ser una clave de que el film debe ser leído –como tantos otros en Chabrol, al punto de que uno incluso se titula Masques– como un juego de apariencias, un satírico baile de máscaras.
En el camino aparece toda una serie de personajes arquetípicamente chabrolianos –la pequeña burguesía de provincia atravesada por su filoso bisturí–, pero aquí, a diferencia de muchos de sus films previos, puestos a consideración de manera tal que el film, a pesar de su naturaleza esencialmente realista (los decorados no podrían ser más banales), va adquiriendo una connotación cada vez más abstracta, como si finalmente todo aquello que va presenciando el espectador no transcurriera en otro lado que no fuera en la cabeza de Bellamy, quien no deja nunca de pensar... ni de comer.
Considerando, por supuesto, la naturaleza gourmet tanto del director como del protagonista, no es de extrañar que Bellamy incluya algunas memorables escenas alrededor de la mesa, particularmente una en la que Depardieu aprovecha para dar cuenta de dos platos seguidos de ostras, acompañados generosamente por una botella de Viognier a la temperatura justa. Se nota que Chabrol y Depardieu la pasaron muy bien trabajando juntos y ese placer –que incluye un delicioso homenaje a la música de Georges Brassens– se transmite también al espectador.
8-BELLAMY
(Francia–Alemania/2009).
Dirección: Claude Chabrol.
Guión: Odile Barski y Claude Chabrol.
Fotografía: Eduardo Serra.
Música: Matthieu Chabrol.
Intérpretes: Gérard Depardieu, Clovis Cornillac, Jacques Gamblin, Marie Bunel, Vahina Giocante y otros.
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