TELEVISION
Además de las caras visibles, detrás de San Martín, cruce de los Andes hay todo un equipo que hace posible que 200 años después la historia se pueda recrear con la sensación en el espectador de estar viviéndola. A Julio Suárez, el encargado del vestuario, el ropaje de cada uno de los regimientos y las armas utilizadas en la película le llevó más de cinco meses de trabajo. “La tela es el secreto del vestuario. El modelo lo copiás de la época, pero si te equivocás en la tela, cagaste: para una película como ésta, la tela tiene que ser con mucha textura, dar la sensación de fortaleza”, dice el vestuarista, que suele trabajar con Lucrecia Martel. Otro punto importante del film fueron las locaciones. Para ello, Alfredo Gisbert estuvo durante febrero y marzo recorriendo la zona precordillerana y cordillerana, en busca de los mejores parajes para las diferentes escenas. “Después de leer el guión, elegí dos o tres opciones para cada escena, que no sólo dependían de la correspondencia con el guión sino también con la posibilidad de acceder a esos lugares con los equipos. Y elegimos esta región de Tamberías para instalar el campamento porque era el lugar ideal para armar la carpa para 300 personas, la otra para 150 extras, las cuatro para el maquillaje y el vestuario, las dos ambulancias y el equipo de bomberos”, cuenta Gisbert.
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