[cerrar]

Comparta esta nota con un amigo

E-Mail de su amigo
Su nombre
Su E-Mail

A pesar de haber nacido en 1956, Daniel Santoro es un artista plástico cuya obra es portadora de una imagen asociada a toda la iconografía justicialista. Pero esta singularidad lo define desde hace solamente unos diez años, según aclara el artista: “El menemismo fue un factor clave, porque significó una traición terrible y me quedó una deuda pendiente con la militancia de los ’70, cuando lo natural era ser peronista”. Al menos ésa fue la opción que encontró Santoro en el barrio de Constitución donde vivía con sus padres –apolíticos y calabreses– cuando siendo monaguillo comenzó a relacionarse con los sacerdotes tercermundistas.

–¿Qué le sugirió la obra de Tantanian la primera vez que la leyó?

–Veo la obra como si fuera una convulsión en la que aparecen, a la manera de un patchwork, diferentes escenas de nuestra historia. Es como una autopsia: al cuerpo de Eva lo podemos ver como al gran cuerpo argentino, con sus padecimientos, con una especie de patología que está absorbida por ese cuerpo simbólico, político. Ocultado y desaparecido.

–¿También tiene que ver el cuerpo como doctrina?

–Desde la dirección surgió la necesidad de construir otros personajes diferentes. De modo que todo lo que en el texto se relaciona al cuerpo doctrinario, eso es lo que defiende el Descamisado, que busca reconstruir algo del mundo de felicidad que se perdió. Un mundo que parece estar encerrado en ese vestido vacío. Pero es una tarea imposible porque hay otro personaje que lo está rondando que no tiene piedad con nada y lo despedaza todo.

–¿Representa al gorilaje?

–A la impiedad, a lo indefinido, a una fuerza que penetra y viola a ese cadáver. Hay mucho de manipulación en la obra.

–¿A qué vestido se refiere la obra?

–Es el vestido emblemático de Eva, el que convierte su imagen en la de un hada buena. Así deja de ser la chinita que viene del interior de la provincia. Es el vestido que cubre y cobija, que disimula las miserias. Se podría pensar que ese vestido es una especie de Aleph a partir del cual se puede revisar toda la historia argentina. Es el refugio que nos convierte en lo que queremos ser, porque te convierte en otra cosa. También me hace pensar en el cadáver de Eva, embalsamado y negado a la vez, no como otros.

–¿De quiénes habla?

–Todos los grandes movimientos políticos tuvieron a un cuerpo embalsamado, como los de Mao y Lenin. Que generan una circulación en las ideas y le dan al movimiento político un logro taxidérmico (risas). Es como decir “nuestro creador sigue allí, rozagante, se lo puede ver”, como si estuviesen en un parque temático.

–Al cadáver de Eva Perón no se lo puede ver...

–Es que no hay un parque temático del peronismo. Ese cuerpo embalsamado fue arma de venganzas, fue desaparecido y violado, lo que no ocurrió con otros que pueden ser vistos, porque han sido institucionalizados. Eva está en un lugar marginal de la Recoleta y no puede vérsela. Es como una operación contra natura de la primera operación contra natura, que fue el haber preservado un cadáver. El cuerpo de Eva, que se convirtió en una especie de talismán, es un objeto con poderes, porque si no se disuelve en la tierra, ese personaje no se termina de ir. El corazón que sale del cajón representa la energía que tiene el peronismo.

–¿Qué es el peronismo para usted?

Antes que una invención política el peronismo es nuestro gran repertorio cultural donde abrevar. Es muy difícil ignorar al peronismo porque, como no hay nada saldado, siempre genera disputas. Como dijo (Guillermo) Saccomano, el peronismo es nuestro gran relato nacional, porque tiene esa capacidad de crear iconos, de generar sagas culturales. Son esos diez años fundacionales los que generaron esa fábrica de identidad. Qué gobierno se va a llamar peronista en el futuro no lo sabemos, porque no tiene continuidad ideológica: es como un jersey que uno estira y no sabe adónde va a llegar.