DISCOS › LA VISIóN DE EDUARDO BERGALLO
› Por Eduardo Fabregat
“Yo no sé si a mí me hace tanta falta”, confiesa Eduardo Bergallo. Ingeniero de sonido, experto en mezcla y mastering, Bergallo es un nombre ineludible en la escena local: por sus dedos pasaron más de 1200 obras que incluyen a todos los grandes nombres, y participa en conferencias y seminarios en todo el mundo. Esa pasión por la tecnología no se traduce en ceguera: es el primero en manifestar sus dudas sobre el salto tecnológico, al decir que “a partir de la llegada de lo digital se nos hizo creer que era mejor, y yo podría asegurar que no es así”.
–Hay una frontera entre mejorar el audio y desvirtuar la obra..., uno ve el gráfico en el editor de audio y es un chorizo sin matices.
–Al principio el tratamiento digital era más respetuoso, pero la calidad era peor, los primeros conversores digitales no eran muy buenos: el sonido se ponía medio vidriado, con cierta falta de calidez. Con el tiempo se fue atendiendo a cuestiones como el volumen, que caracteriza al mastering de los últimos tiempos, que necesariamente va en contra de la dinámica de la música, eso de la mancha horizontal en el gráfico, sin fluctuaciones, sin matices.
–La palabra “remasterización” es conocida, pero... ¿Qué es lo que hace el remasterizador?
–Lo que hacés primero es un trabajo de restauración sobre los tracks, sacarles ruidos, soplidos, clicks, ediciones que por ahí estaban mal hechas. Limpiás y trabajás la mezcla desde un material que está en mejores condiciones. Esto entre comillas, porque las condiciones en las que trabajaban los Beatles eran increíblemente buenas. Yo soy muy fan de ellos, tengo libros muy grossos acerca de su equipamiento, y los tipos estaban parados en un muy buen lugar desde lo tecnológico, muy arriba. No es que se estaba haciendo una grabación cualquiera, era top. Si vos trabajás desde algo que viene muy bien, no hay tanta necesidad de mejorarlo. Todos hemos disfrutado de la música de los Beatles como está, y hoy ponés un disco y el sonido le rompe el culo a cualquiera.
–Por otra parte, en un lanzamiento así hay que considerar la situación financiera de EMI...
–Se está muriendo el formato, ¿qué mejor momento que ahora para sacar estos boxes? Es algo que supongo, no digo que sea estrictamente así. Lo que puedo decir es que el staff que trabajó, que es súper bueno, es el mismo de Love, y a mí ese disco no me gustó.
–Se metieron con lo artístico.
–Sí, pero acá también, porque los tipos remezclaron. A mí en un punto me parece medio una falta de respeto, aunque lo hayan aprobado los Beatles vivientes, y Yoko y la viuda de George, los que cortan el queso. Pero no sé si a alguien se le ocurre agarrar la Gioconda y photoshopearla. Ni se lo cuestionan, pero yo sí: escuché algo en la radio y dije “Uy, ese coro no estaba tan fuerte”. Me interesan más las mezclas mono, porque toda la vida se dijo que esas son las de verdad. Los Beatles trabajaban cuatro o cinco horas en la mezcla mono, y la stereo la hacían así nomás, porque era un formato que hacían para EE.UU., era nuevo, no les interesaba mucho.
–El mono tiene su encanto...
–Y más allá de su encanto, es lo que ellos querían que fuera, por eso me parece tan importante respetar la voluntad artística del que lo hizo, y ahí estaban involucrados el productor George Martin, que no estuvo, el ingeniero que tampoco estuvo. Y no es lo mismo que lo mezcle uno u otro. Para mí la obra es aquella, esto es otra cosa... Tengo cierto prejuicio al respecto, me da un poco de impresión.
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