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Lunes, 16 de enero de 2006

LITERATURA

Textual

No soy ortodoxa ni siquiera en materia de fe, aunque me confieso católica practicante. Tampoco soy ortodoxa en la manera de asumir mi profesión. Quiero decir que no vivo como escritora las 24 horas del día, como dicen otros que hay que vivir. Cuando me siento mujer y madre, me olvido de la profesión. Tampoco el ser escritora me ha servido para escabullirme de los engorros de la vida diaria. Si tengo que arrear con ellos ¿y quién está libre? trato de hacer lo mejor posible. Esto no tiene nada que ver con lo de ser o no ser profesional. No exageremos con lo de la profesión. Profesiones exigentes hay muchas, la de escritor es una de ellas, lo admito, una profesión que supone vocación y entrega como muchas otras y además el don de crear que es dado y no armado. Pero lo de encaramarse a una escalera y decir “miren soy escritor” en voz alta y para que todos lo oigan me parece una tontería. Escribo porque me gusta y porque elegí esa carrera, además vivo. A lo mejor vivo como escritora nomás y no me doy cuenta.

De Memoria de las casas (1998).

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