CINE
Tanto en Castro como en Todos mienten, la construcción de formas (visuales, sonoras, físicas) parecería serlo todo. Hay quienes reprochan a ambas películas dar la espalda a lo real. ¿Ustedes qué piensan?
M. P.: –No me parece que lo formal y lo real sean órdenes mutuamente excluyentes. Se puede construir una película del modo más esmerado, y de todos modos en el momento de filmar se va a estar filmando lo real: el rostro de un actor, su expresión, sus gestos, lo que sucede entre los actores, entre ellos y lo que los rodea... Tanto a Alejo como a mí nos interesa particularmente captar lo inefable, que se da en el momento mismo del rodaje y escapa a cualquier planificación previa.
A. M.: –Todos mienten termina con una larga escena en la que dos actores se ponen a cantar, se tientan y se ríen. Es mi momento favorito de la película y es algo surgido ahí, en el momento del rodaje, que Matías decidió filmar y dejar en la película. Siempre que se filma, se filma lo real. En el caso de Castro, es una película casi enteramente filmada en la calle, en medio del caos de tránsito... Puede verse como un documental sobre Buenos Aires. Yo me ocupé particularmente de dejar cosas libradas a la contingencia del momento. No creo en “sobrecontrolar” las cosas y me parece que los imprevistos siempre benefician a una película. Además, tanto Todos mienten como Castro dejan una ventana abierta a la participación del espectador, que es el que de alguna manera debe completarlas.
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