Mar 17.11.2009
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MUSICA › OPINIóN

El arte de pensar a Brasil

› Por Egberto Gismonti

Tengo varios padres artísticos. Antonio Carlos Jobim fue quien me convenció para que grabara mi primer disco cuando escuchó la canción “O sonho”, presentada por el grupo Os Três Moraes. Y antes que él, Heitor Villa-Lobos y, todavía detrás, Mario de Andrade. Villa-Lobos tenía un gran amor por Brasil y su gran ambición era hacer una música que fuera inconfundiblemente brasileña. Tenía un gran conocimiento del folklore, de toda la variedad de músicas de Brasil y, sobre todo, escuchó con mucha atención a Mario de Andrade, que fue el gran divisor de aguas en el pensamiento brasileño. Musicólogo, pensador, escritor, influyó en toda su época. El fue quien llevó a pensar a Brasil como referencia existencial. Es interesante leer sus cartas, que afortunadamente están publicadas, a personas como Villa-Lobos, Carlos Drummond de Andrade o Cándido Portinari. Allí puede encontrarse la matriz de toda una manera de pensar a Brasil, que aún está vigente. Jobim es, en ese sentido, heredero de Villa-Lobos que es heredero de Mario de Andrade. Y nosotros somos herederos de Jobim y de Villa-Lobos, que es el que le dio un sonido posible a ese país un poco imaginario y profundamente desigual. Porque Brasil no es una sumatoria. Es un universo de mundos culturales sumamente diferentes. Y curiosamente, tenemos una única lengua que, por otra parte, sólo es hablada por no-sotros en toda América.

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