Dom 29.11.2009
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TELEVISION › LALOLA SE VENDIO A CINCUENTA PAISES Y FELDMAN COBRO 53 PESOS

Los derechos intelectuales, tema de debate

En un contexto en el que los formatos de los programas de televisión se venden y comercializan a nivel internacional, por más que el disparador inicial de un programa nazca de un productor (que contrata al guionista para que desarrolle un producto específico), ¿qué significa ser el dueño de una idea de ficción? “Alberto Migré tenía una posición al respecto, él decía: ‘Si la maestra le indica a alguien en la escuela que escriba una composición sobre cómo San Martín cruzó los Andes, liberó Chile y Perú, y el nene la hace, ¿de quién es la composición? ¿De la maestra que le indicó la consigna o del chico que la escribió? –plantea Maestro–. Hay acuerdos que cada autor arregla con su productor o con quien fuera. Creo que no es legal, incluso, entregar los derechos de por vida. Lo que sí puede hacer es autorizar la explotación de su obra por un tiempo determinado. Así se trabaja en donde hay sociedad de gestión, como en España (en la Argentina se promulgó la ley para que funcionen, pero todavía no se puso en práctica). Las sociedades de gestión son asociaciones que administran y distribuyen los derechos de autor en el mundo. De todos modos, en el derecho intelectual el guionista siempre participa”.

La idea, en sí misma, es un concepto vago e intangible. En términos legales, lo que se registra como propiedad intelectual en Argentores es una síntesis o sinopsis argumental del programa, junto al guión desarrollado de un capítulo de lo que será la futura tira. La comercialización de los formatos podría traducirse, cuando de ficciones se trata, en la venta exclusiva de los libretos: personajes, historias, acciones y diálogos que uno o varios autores idearon, planificaron y escribieron, palabra por palabra. “Estamos en una controversia, porque entendemos que el productor es el que hace el gasto, pero el lucro que se hace con nuestros guiones es grandísimo –asegura Feldman–. Puedo entender posiciones, me parece que es una cuestión de compatibilizar. Hay que manejar ecuaciones en las que el productor gane más, porque es el que asumió el riesgo y necesita recuperar su inversión, pero que el autor no quede como convidado de piedra viendo un festín, como nos pasó a nosotros en Lalola, que se vendió a cincuenta países y yo cobré sólo 53 pesos que depositó Polonia. Ese es todo el ingreso por ventas al exterior que recibí.”

Por lo general, los guiones se adaptan más tarde en el país comprador, adecuándolos a códigos y costumbres culturales y eliminando argentinismos. Pero algunas ficciones nacionales ya se producen desde el inicio –-evitando el mate, la factura y el “che”– para su futura comercialización en el mundo. ¿Y qué pasa en esos casos con los autores? “Hemos perdido derechos porque guionistas anteriores los fueron cediendo sin pelear como correspondía con las productoras. Ahora estamos tratando de encontrarle la vuelta, recuperando los derechos sin entorpecer su negocio. Ellos deben comprender y tener una mirada más piadosa hacia los guionistas. Esto es mucho más duro en las empresas independientes. Hay algunos que figuran en los títulos como si fueran autores y no saben ni escribir bien su propio nombre. Hay otros productores, en cambio, que generan la idea y el estilo de la ficción que quieren producir; con ellos sí se llega a un acuerdo lógico, pero siempre es un punto ríspido para tratar”, dice Marcelo Camaño.

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