La historia echa a rodar cuando Pedro (Grandinetti), un empleado público cuya pasión es cuidar pinturas que no son valoradas por las instituciones oficiales, se ve ante la disyuntiva de tener que devolverlas porque de pronto han adquirido un considerable valor de mercado. La desesperación lo lleva a acudir a sus amigos de la infancia. El primero en llegar es Juan (Leyrado), un político ambicioso con su vida personal en rojo. Tras él se integra Tomás (Marrale), un abogado con evidentes desequilibrios mentales. Y Martín (Arana) será el encargado de cerrar el círculo aportando sus aires de artista tan querible como problemático. Baraka es un grito de guerra inventado por esos niños que han devenido angustiados adultos. No es que denote algo preciso –aunque la palabra se usa en Marruecos para desear suerte y saludar–; más bien se trata de un significante que sintetiza aquellas emociones complejas y no siempre definibles que alimentan la amistad.

En Argentina el estreno se concretó a mediados de 2008, con dirección de Daulte y con el mismo elenco que tiene en la actualidad. En breve, la joyita de los ex mosqueteros se llevó cinco Premios ACE (Mejor Actor Dramático, Obra, Dirección, Producción y Oro). Ya venía, no obstante, con buenas referencias: había sido un exitazo en Holanda y se había estrenado en septiembre de 2004 en el teatro Old Vic de Londres, marcando la consagración de Kevin Spacey como director teatral. Marrale analiza el suceso: “Desde el punto de vista dramático, la pieza es formidable. Arranca con alguien que tiene un problema y pide ser ayudado. Luego se va complejizando con las preocupaciones que trae cada quien –cada uno ‘agrega su verdura al caldo’–, y finalmente el que abrió el conflicto lo resuelve, o no. Clásico. Lo destacable es que Goos no recurrió a ningún artificio. Gracias a esa contundencia, la tensión sirve para que el espectador se interne en esos universos individuales y sus interacciones”.