TEATRO
En medio de la entrevista, Renata Schussheim recuerda la incursión que Jean Fi, como le dice a su amigo Casanovas, tuvo en el teatro infantil en el 2003. “Fue Baby Caviar –precisa él–, una obra para chicos pero con la estética del grupo.” Ella bromea: “¡Ahora todos esos chicos están en terapia!”. Y él se defiende: “¡Pero no! Es verdad, tenía historias truculentas, estaba Drácula, pasaban cosas raras pero mucho menos raras que lo que podés ver hoy en la tele. Pienso en esos dibujos animados japoneses en los que se bañan en sangre, se cortan las manos, vuelan las cabezas y todo explota.” La pieza fue una gran opción para grandes y chicos durante ese invierno: con mucho de cine mudo, gran impacto visual y dosis de vértigo en las distintas escenas en las que el humor y el disparate desafiaban el sentido común y la cotidianidad. Un mago que fracasaba en cada truco, una parodia desenfrenada de la cantante Soledad, un peine que se enredaba cada vez más y no quería abandonar la cabellera de una señora desesperada, una estola asesina que ahogaba a la finísima cantante de ópera que la lucía... Nada de terapias: ingenio sin límite de edad.
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