Viernes, 5 de febrero de 2010 | Hoy
CULTURA
Los Premios Municipales tienen mucha historia. Los primeros en recibirlo, en 1920, fueron Alfonsina Storni, por los poemas de Languidez, y Manuel Gálvez, por su novela Nacha Regules. En 1929 lo obtuvo Roberto Arlt; en 1955, Jorge Luis Borges. Si con el dinero que le dieron por el premio, Raúl González Tuñón pudo viajar a Europa e invitar a Sixto Pondal Ríos a la travesía, los poco más de 2500 pesos que perciben hoy los artistas premiados, en muchos casos, por imperio de la necesidad, sirven apenas para sobrevivir. La historia de este subsidio, pensado como un estímulo a la producción cultural, ha estado jalonada por la falta de fondos y de continuidad. De 1998 a 2004 no se entregaron los premios a escritores, músicos y teatristas. La crisis de 2001 echó más leña a la demora. Y para colmo, el entonces secretario de Cultura, Jorge Telerman, intentó reformular los premios. Pero nada se pudo concretar por la protesta pública de escritores y artistas. “Un premio municipal no inmortaliza, pero puede resolver más de un problema doméstico”, dijo alguna vez César Tiempo.
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