Domingo, 14 de marzo de 2010 | Hoy
CULTURA
Hay varias maneras de combatir una plaga bibliófaga. Una es poner los libros a temperaturas bajo cero durante unos cuantos meses. Ese es uno de los procedimientos más comunes en el país, aunque ciertos huevos pueden resistir y desarrollarse una vez que vuelven a recibir calor. Otro sistema es la anoxia, es decir, ubicar los libros en un ambiente sin oxígeno por un período relativamente largo. Tampoco brinda garantías absolutas: hay insectos que aguantan la falta de aire sorprendentemente bien. El hecho de que la aplicación de químicos sea riesgosa (en ocasiones, el uso de veneno sobre material que luego se toca con las manos ha derivado en episodios que recuerdan a la famosa novela de Eco) hace que los especialistas de la Biblioteca Nacional y del Laboratorio de Conservación del Fondo Antiguo de la Compañía de Jesús en Argentina coincidan en recomendar la buena ventilación, el combate a la humedad y la exposición periódica a la luz como estrategias preventivas.
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