LITERATURA
Las encuestas vuelven a poner en el tapete a los políticos conservadores de siempre. ¡Hasta Menem está bien posicionado! La espumita baja y del líquido no se derramaron más que gotas. Seguimos en el mismo vaso de siempre, en el mismo molde. Subió la espumita y bajó y nos hallamos más o menos en lo mismo. Como esas rebeliones medievales que dejaban el tendal de muertos y luego, con los meses, todo recaía en lo que era, en lo que había sido por siglos, señores y siervos. La violencia no fue más que la sangría que permitió bajar la presión arterial del cuerpo, el que luego seguirá funcionando con los mismos órganos, jerarquizados de la misma manera. Un noble quizá fue destripado, un presidente se fue en helicóptero, pero son meros individuos de triste destino. Lo que defendían se perpetúa sin ellos. Josefina no se privó de argumentar por aquí, por allá y acullá. ¡Reutemann, el híbrido perfecto entre Menem y De la Rúa, encabeza las encuestas! ¡Les gusta a los pobres, a los del medio y a los ricos! ¡Cinco meses atrás, en plena espumita, encabezaba Zamora! Pero Duhalde ha hecho un gran trabajo. Ha sabido aplacar a los rabiosos. Fino ajedrecista, supo ganar tiempo. Sabe que hay muchas jugadas intermedias hasta coronar el peón. Y se valió del tiempo, simple y fundamentalmente; el tiempo que siempre va a correr. ¡Los díscolos también están en sus casitas! ¡Ya nos estamos conformando! ¡Pudo haber sido peor!, se dice el argentinito con sabiduría. En última instancia, la gran mayoría miró los disturbios por televisión. Cambiar las cosas es terriblemente engorroso y nadie cree que sea posible. En el fondo de gran parte de los argentinos hay un campesino europeo siempre dispuesto a resignarse.
* En Piquito de oro (Seix Barral).
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