TELEVISION › SPIELBERG Y HANKS CIERRAN FILAS
› Por Emanuel Respighi
Que no hay una única manera de contar una guerra es una de esas verdades que no se discuten. Bien lo saben Steven Spielberg y Tom Hanks, quienes en conjunto abordaron la Segunda Guerra Mundial en varias oportunidades. El primer acercamiento al conflicto bélico de la dupla fue en Rescatando al soldado Ryan (1998), el film en el que una madre trata de encontrar y salvar de la muerte al único de sus tres hijos alistado en el ejército estadounidense que aún sigue con vida. La segunda experiencia sobre el tema fue Band of Brothers (2001), la multipremiada serie que siguió el accionar de la Compañía Easy del regimiento 506 de paracaidistas en Europa, con un abordaje más coral. El último trabajo de la dupla acerca del conflicto bélico, que de alguna manera termina de conformar una suerte de tríptico sobre la Segunda Guerra, es The Pacific, una miniserie de 10 capítulos que posa su mirada sobre la sangrienta batalla que los marines libraron con los japoneses. Y es una nueva serie bélica que modifica el escenario y los protagonistas de los hechos, pero que no abandona el punto de vista norteamericano de sus antecesoras.
La nueva miniserie producida por Spielberg y Hanks (junto a Gary Goetzman) no deja de generar contradicciones en los televidentes. Presentada como la megaproducción más cara de la historia (su realización costó 200 millones de dólares y demandó diez meses de rodaje), The Pacific cautiva a los amantes del género por la calidad técnica que despliega en cada episodio, en cada escena, en cada toma. Aun sin haber experimentado la crudeza de un conflicto armado, el espectador se topa con un registro verosímil, crudo, pocas veces visto, principalmente cuando los enfrentamientos cuerpo a cuerpo toman protagonismo en la trama. En esos momentos, The Pacific justifica ampliamente los millones desembolsados.
El problema de la miniserie, en todo caso, surge cuando los televidentes traspasan el umbral de la fascinación que provoca la parafernalia tecnológica y logran atender al relato militarizado que carga la serie, bajo un discurso nacionalista que se pone de manifiesto cuando los jefes militares de mayor rango arengan a la tropa. The Pacific cambia el objeto de análisis de la Segunda Guerra, no la ideología con la que Hollywood la suele reflejar. Frases como “el uniforme que llevan marcará la diferencia entre la libertad y la esclavitud del mundo”, como para remarcar que Estados Unidos es el justiciero del planeta; o “a los japoneses les enseñan a matar desde que ustedes usan pañales”, como para victimizar a unos y demonizar a otros, no son ingenuas. Seguir pensando aquella guerra –o cualquiera– como una lucha entre “buenos” y “malos” es de un maniqueísmo tan peligroso como absurdo en el siglo XXI.
Con esa salvedad, sin embargo, no puede no reconocérsele a The Pacific –además de su calidad de producción– la búsqueda de contar algo más que una historia épica, cargada de heroicidad. A diferencia de Band of Brothers, esta vez el foco puesto en tres infantes no profesionales –ya no en una compañía– le permite al relato detenerse en el estado emocional que atraviesan los soldados en el frente del combate. Así, la manera en que jóvenes sin experiencia alguna lidiaron contra los sangrientos combates, la muerte, la malaria y el hambre le otorga a la miniserie una dimensión humana no muy explorada por el cine bélico más puro. En este caso, los costos humanos del conflicto en los que indaga The Pacific no se reducen a los cientos de miles de hombres muertos de un lado y otro, sino en la carga emocional y psíquica que atravesaron los soldados.
La serie está basada en las memorias de varios ex combatientes: Helmet for my Pilow, de Robert Leckie; With the Old Breed y China Marine, de Eugene B. Sledge, y Red Blood Black Sand, de Chuck Tatum. Pero tal vez habría sido interesante que el tríptico bélico de Spielberg y Hanks finalizara contando ya no otro frente de combate, sino un nuevo punto de vista. Que la mirada sobre la contienda que culminó con el lanzamiento estadounidense de las bombas atómicas a Hiroshima y Nagasaki contemple la del ejército japonés no habría estado mal para cerrar el conflicto. Esa también es otra manera de contar una guerra.
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