Sábado, 5 de junio de 2010 | Hoy
TEATRO
Eternamente, lo de Briski será experimentar. “No lo digo de poesía, es la verdad: atrapar la vida es matarla.” Sus textos –ya sean obras teatrales o cuentos, como los recopilados en el reciente libro Cuentos para el Coco– tienen como blanco al cuerpo, más que el entendimiento. “Soy actor: de ahí sale todo”, explica. Para él, su obra se mece en un “devenir”, y es la historia la que la carga de sentido. “Las primas todavía tiene vitalidad para que los cuerpos la ocupen”, recalca. También con ese concepto se refiere a Potestad. “Sé que se llena de gente. No tengo en cuenta la ‘radialidad’ que tiene. Me acuerdo de los comienzos. Una vez le pregunté a Tato cómo hacíamos una función para tres personas. Y no me contestó, se levantó y se fue a cambiar.” La pasión de Briski por el teatro también nació con espectáculos a los que asistían “dos o tres” espectadores. Eran las obras de Julio Castronuovo, a fines de los ’60. “Era el único que hacía cosas de Beckett en la Argentina. Le agradezco mucho porque me abrió la cabeza. Yo quedaba obnubilado”, recuerda Briski.
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