Algunos griegos de la antigüedad –con Platón a la cabeza– ligaron la ética con la estética. Lo bueno era bello y viceversa. La incógnita es si se podría trasladar ese modelo al deporte más popular de la Tierra. Ejercicio nada sencillo, dado que las copas se reciben por ganar y no por haber jugado bien. ¿Hay allí una ideología del éxito a cualquier precio? La afirmación incomodó a los futbólogos de turno, que se atajaron afirmando que asociar una forma de jugar al fútbol con una ideología es disparatado. “Sería como hablar de tute cabrero socialista”, coincidieron.

El hincha, a pesar de todo, sigue sospechando que Menotti y Bilardo no son lo mismo. “Para mí que Platón hubiera sido menottista”, aventuró Magnus. Su compañero estuvo de acuerdo. “Tomemos por ejemplo a Brasil contra Francia, en 1986. Noventa minutos hermosos en su combinación de veintidós buenos atletas, incerteza y potencia narrativa. A diferencia de lo que pasa con otros géneros de consumo masivo –como las telenovelas–, uno sabe cómo empieza un partidazo pero no puede tener certezas sobre cómo va a concluir. Ver eso te obliga a regresar a aquella vulgata de Galeano y decir que uno va peregrinando por el mundo buscando un poco de belleza en el fútbol”, resumió Alabarces.