Domingo, 27 de junio de 2010 | Hoy
CULTURA
La escena transcurrió en 1961 en las oficinas de Prensa Latina, la agencia de noticias de la Cuba revolucionaria. Los protagonistas fueron Gabriel García Márquez, Jorge Ricardo Masetti y Rodolfo Walsh. García Márquez describiría el episodio en 1977: “Fue Walsh quien descubrió que los Estados Unidos estaban entrenando exiliados cubanos para invadir a Cuba (...) Una noche, por un accidente mecánico, Masetti se encontró en su oficina con un rollo de teletipo que no tenía noticias, sino un mensaje largo en clave muy intrincado (...) Walsh se empeñó en descifrar el mensaje con la ayuda de unos manuales de criptografía recreativa que se compró en una librería de lance de La Habana. Lo que encontró fue que el cable estaba dirigido a Washington (...) y era un informe minucioso de los preparativos de un desembarco”.
La anécdota tiene en la actualidad el aroma de lo imposible. Las claves que se usan no permitirían que un aficionado consiguiera descifrar ni una palabra sin ayuda de computadoras y colaboradores, y ése es el motivo por el que Wikileaks apela constantemente a la ayuda de la comunidad. Calculan que han reunido más de un millón de documentos, incluyendo pruebas que demuestran las movidas turbias de varios bancos, actos de negligencia de petroleras como Trafigura y manuales de “procedimientos standard” de la base de Guantánamo. El caudal de hallazgos tiene ritmo diario y puede convertirse en un nuevo punto de partida para el periodismo de investigación. A lo mejor muchos Walsh pueden más que uno.
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