Domingo, 4 de julio de 2010 | Hoy
TELEVISION
En el estudio, Pettinato es pura dinamita a punto de estallar. No sólo al aire: durante los cortes redobla el paso repasando textos, charlando con la tribuna, atendiendo pedidos y sugerencias de su producción, soplando un pito de Brasil que le obsequió alguien del público o atacando un sandwich de milanesa que pidió antes de comenzar y que reclamó en vivo. Nada de lo que dirá durante ese tiempo será estrictamente en serio, o al menos nunca lo parecerá. Cada cual leerá el sarcasmo donde lo encuentre y se quedará con lo que entienda.
Sin embargo, hay momentos en los que Pettinato desactiva esos mecanismos que tan exitosamente supo y sabe explotar. Al referirse a su padre, por ejemplo. “Cuando de un tipo que manejó cárceles hablan bien los propios contreras (es decir, muchos gorilas que estuvieron presos en la época de Perón), quiere decir que estaba bien lo que hacía. No fue mi amiguito sino mi papá, y gracias a Dios”, dice Roberto Pettinato hijo acerca del Roberto Pettinato padre que tuvo a su cargo la tarea de renovar el sistema penitenciario nacional de mediados de siglo pasado, y por el cual toda la familia padeció el descarne de un exilio itinerante por Ecuador, Perú y Chile luego de las primeras trompetas de la Revolución Libertadora.
Pero no sólo frunce el ceño por los suyos. También lo hará por el humorista Juan Verdaguer: “La última aparición de él en televisión fue en mi programa. Hacíamos sketches juntos. Pretendo mantenerlo vivo por siempre y ésta es mi fórmula”, dice, demostrando que no fue solamente el que le dio nombre a ese gato de verba sin filtro a través del cual Pettinato hacía brotar sus más ácidos fluidos.
Aunque, eso sí, no se tomará tan en serio ningún momento como cuando habla de Sumo. En Sumo por Pettinato (2009), extendió La jungla del poder (1993) a una versión mejorada, definitiva, y muy sentida. Pettinato pareció desprenderse tanto del periodista como del músico para bajar a Sumo de los posters y las mochilas al cabo de 250 páginas en donde se recorren momentos y circunstancias de la banda que el revisionismo rockero pasa por arriba en todas sus lecturas. Eso es porque la historia no la cuenta un periodista amigote (aunque Pettinato, casualmente, era ambas cosas), sino alguien capaz de abrir las puertas de la intimidad en primera persona y en primera toma, sin filtros. Esto es: sus hábitos, sus vicios, sus excesos; pero también el secreto con el cual lograron ser algo que ellos ni esperaban y hacer lo que nadie jamás repitió.
–En el libro revela muchas historias de la intimidad de Sumo que ninguna otra banda se animaría a contar en sus autobiografías. ¿Tuvo algún reproche por eso?
–Siempre se contaron con respeto, como “Las aventuras de Periquito y Panqueque”, que nadie sabe quiénes son. El libro fue caótico y sincero y a la altura de los libros que he leído de bandas de afuera, en donde no vaya a creer que se la van con chicanas. Ahí se cuenta de todo. Acá todavía nadie puede escribir un libro sobre Palito Ortega, porque se arma la gorda, mientras que el que escribe su autobiografía se hace quedar como una persona inmaculadamente ridícula.
–¿Cuántas palabras cruzadas más habrá entre los Sumo hasta que vuelvan a juntarse otra vez?
–El reencuentro es difícil, pero no imposible. ¿Pero qué haríamos? ¿Nuevos temas, o viejos temas de Sumo hechos ahora? ¡Entre lo que canta Ricardo y lo que canta Germán ya tendríamos una gran banda nueva! Pero... las pavadas de familia a veces son más importantes, aunque duran un tiempo y se desvanecen.
–¿Cómo recibe la devolución popular por Sumo? ¿Puede lidiar con el estigma del ex?
–Hay que saber reconocer cuándo es que uno pertenece de por vida a una banda. Como dijo Jagger cuando le preguntaron por qué se fue Bill Wyman de los Stones: “Nadie se va de los Stones porque nadie deja de ser un Rolling Stone”. Y es cierto. En cambio, sí dejas de ser un Beatle y sos de por vida un ex Beatle, aunque Paul ahora se cortó solo bastante bien. El ascenso de Sumo después de Luca muerto todavía no lo puedo entender. Pero mejor lean el libro.
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