CINE
Marcelo Rosas se interiorizó en la historia de la Swift al escuchar la grabación de una carta que envió Erasmus Gower, teniente del barco, a un amigo, relatándole los sucesos de 1770. Patrick Gower trajo este documento a la Argentina en 1975. Rosas recuerda aquella clase de matemática que le cambiaría la vida para siempre. “Estábamos tratando de sacar un tema para que el profesor no hablara de matemática. Como era marino retirado, alguien impuso el de los barcos hundidos. Me atrapó: es como si te dijeran que al costado de tu casa hay un tesoro”, rememora. “Uno nunca se imagina que en la vida de uno hay algo que le va a hacer click”, desliza. Mientras para muchos el fin estaba logrado (que el profesor hablara de otra cosa), el por entonces adolescente Rosas no pudo con su genio. Fue el iniciador de un efecto dominó que él mismo no imaginaba. “Ver arqueólogos de todo el mundo, otros que se convierten en submarinos, la existencia de un cadáver, vajillas que parecen recién sacadas de la alacena...”, enumera, aun con entusiasmo. Llama la atención que, tras el hallazgo del barco, Rosas haya decidido no volver a bucear en esa zona. Es que su objetivo estaba cumplido: entregarle, bajo la forma de museo, una porción de historia a la gente de Puerto Deseado. Sin embargo, las imágenes del click nunca se borrarán de su mente. “Sigo teniendo presentes las brumas y las astillas”, recuerda Rosas, quien llegará a Buenos Aires desde Puerto Deseado para el estreno de la película.
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